El primer fichaje de enero del Real Zaragoza es Vullnet Basha. Inédito durante casi toda la primera vuelta, atrapado en continuos problemas físicos, se ha asentado como titular desde su aparición a la media hora contra el Valladolid, cuando se percibieron con él las primeras buenas sensaciones de toda la temporada, olvidada ya su pobre actuación en la Copa. En estos dos últimos encuentros en La Romareda, saldados con dos victorias tan reconfortantes como imprescindibles para no perder comba con el ritmo ágil de los equipos importantes, el suizo ha consolidado una vigorosa posición entre los once elegidos, ayer aderezada con un gol de bandera y una ovación consecuente y justa con su partido y su bella obra de arte.

Basha es el espejo del alma de Ranko Popovic, el futbolista que personifica el necesario y acertado cambio en los planteamientos tácticos del entrenador, quien una vez confirmada en primera persona la endeblez defensiva de su equipo apostó oportunamente por darle consistencia con un doble pivote de corte y mucho trabajo, además del significativo relevo en la portería y la introducción de Vallejo por Lolo, otro motivo colectivo de felicidad. Fue por esa rendija por la que se coló Basha hasta convencer por su dinamismo, energía y presencia. Frente al Recre, un rival sin espíritu, su motor de altas revoluciones incluso se gripó más tarde que otras tardes.

Basha ejemplifica la transición de Popovic desde aquel mensaje florido a este fútbol pragmático y serio que tan bien le ha sentado al equipo. Era lo que demandaba el momento: cerrar las vías de agua, que ocasiones de gol siempre habrá para regalar, como efectivamente las ha habido. La irrupción del suizo en una zona superpoblada, más tras el fichaje de Insa, provocará otro efecto beneficioso: mayor competencia. Y a más competencia, mejor rendimiento de todos.