Se ha tenido que arrepentir unas cuantas veces Ranko Popovic de sacar a Willian José de la circulación poco después de su llegada al Zaragoza. No fue consciente el técnico, claro, de lo que suponía desconectar del fútbol al brasileño, potencialmente uno de los mejores jugadores de la plantilla, mejor dotado que ninguno aunque tantas veces no lo aproveche. Cuando el serbio quiso recuperarlo, entre palos y zanahorias, no pudo. Dos o tres chispazos ha sacado de ese talento brutal que tiene dentro y que no explotó hasta el pasado domingo en Valladolid, donde fue tomando temperatura en la primera mitad para expresar su repertorio completo en el segundo acto, con dominio aéreo, inteligencia en el juego de espaldas, clarividentes pases y gol. Si el brasileño es capaz de mantener ese nivel, se puede asegurar sin temor que el Zaragoza está un paso más cerca de Primera.

Queda por confirmar que su representación de Zorrilla no perteneciese al momento brillante del intermitente, ese que un día su entrenador utilizó de forma mímica para tratar de dar explicación al carácter bipolar que envuelve al delantero cuando está en el terreno de juego. Popovic intentó azuzar durante un tiempo a su jugador con unas cuantas sacudidas en rueda de prensa. Por las malas no hubo manera. Se diría que fue peor. Poco a poco fue despareciendo hasta quedarse en nada. De hecho, antes de jugar media hora frente al Mirandés llevaba cuatro partidos sin aparecer ni un solo minuto.

Antes de Zorrilla, desveló el técnico, charló con Willian para ponerlo en canción después de haberle dejado de prestar atención durante semanas. Acertó con el interruptor siete meses después. Con Popovic al mando, se había quedado fuera el primer día por sanción. En la segunda tarde, en Albacete, lo había arrimado a la banda. El brasileño dijo que no le gustaba jugar ahí, que no sabía, con cierta razón en el fondo y menos en la forma. Y ya no hubo manera. Ahora hay que encontrarla. Billy, como le llama su entrenador, es pieza fundamental después de que Borja cayese fulminado el domingo. Se entiende como probable que la ausencia del máximo goleador zaragocista se extienda hasta final de temporada, lo que dejaría al brasileño como capitán general del ataque aragonés, adonde se acercarán también, sin duda, Jaime y Eldin.

Falta por saber si el brasileño echará en falta a Borja, su compañero de fatigas en la etapa de Víctor Muñoz. No lo parece, al menos por lo que dicen los números. Sin el madrileño en el campo, Willian ha jugado 200 minutos y ha metido cuatro goles. El estupendo promedio se saca fácil. Un dato, nada más, que hay que poner en cuarentena, pero... Dos goles los hizo ante Las Palmas cuando el Zaragoza estaba siendo aplastado en el marcador y Borja se había ido a descansar. Contra ocho encontró el doblete. No es lo mismo, dicen. Puede ser. Había que marcarlos, de cualquier modo. Luego abrió el marcador ante el Alcorcón la tarde en la que Bastón estaba sancionado. El otro lo hizo el domingo en Valladolid. Además, ya acompañado, marcó un penalti ante el Betis y una falta en Lugo.

Willian es un jugador diferente. Puede jugar de espaldas, maneja con facilidad el repertorio de pases entre líneas, gana con soltura en el juego aéreo y esconde armamento de cañón en su pierna derecha. Hay un extraordinario jugador ahí dentro y la obligación es recuperar la versión que ofreció en tiempo pasado, cuando su fútbol fue feroz y a la vez exquisito, para reunir la severidad del trabajo con su estupendo potencial ofensivo.