Hubo uno que salió como loco de un bar a gritar "podemos" y la gente se pensó, con cierta lógica, que su berrido estaba en consonancia con la jornada electoral, la de Echenique, Manuela y compañía. No era así, no. Se desgañitaba por su equipo, por su Zaragoza, que ayer no ganó comicio alguno pero se destapó como un firme candidato al ascenso a Primera. Ha llegado tarde el mejor partido de la temporada, quizá en el mejor momento.

El conjunto de Popovic jugó un partidazo de cabo a rabo. Le endilgaron un penalti, con gol ulterior, cuando se merecía ir ganando y luego fue capaz de sobreponerse a tres bajas, tres, en el eje del equipo. No eran tres cualquieras: Mario, Basha y Bastón. Insospechadamente, no le hicieron daño, ni siquiera lo empeoraron. Al revés, el Zaragoza acabó devastando Zorrilla con un Vallejo imperial y un Willian José pletórico. El regreso del brasileño, magnífico en el juego de espaldas y brillante en el pase a los espacios, es una extraordinaria noticia en este tramo hacia la cima.

Ahora sí puede decir Popovic que el Zaragoza jugó bien. Le darán la razón, que no lo dude. Puede presumir si quiere. Ese equipo, con esa disposición, con esa entereza, está preparado para el asalto a Primera. Debe confirmarlo, sin duda, el próximo domingo ante Las Palmas, para darse descanso en la última jornada. Ayer, no obstante, pareció dejar cerrado el asunto. De un plumazo, liquidó a seis de los siete rivales que le perseguían. Ahora solo le queda vivo el Ponferradina, a cuatro puntos. Le faltaría una victoria, se entiende, o un par de empates. No parece que vaya a hacer falta tanto, pero... Bueno, los leoneses deben visitar en Santander al Racing, que se juega la vida, y recibir al Alcorcón. Si no ganan el domingo en El Sardinero, por ejemplo, no hay más que hablar.

Lo mejor, incluso por encima del resultado, fue que el Zaragoza ha encontrado una fórmula. La disposición con tres centrales da una notable seguridad al equipo. Esa defensa deja más aire a sus laterales, les esconde sus defectos y les acentúa las virtudes, sobre todo a Rico, que exhibe velocidad y buenos centros. Esa suerte de 3-4-3, además, parece dejar mayor facilidad en el movimiento de piezas. Tal impresión dio ayer al menos. Basha y Rico se adaptaron al centro de la zaga con normalidad, como si el equipo tuviera un funcionamiento conocido. Sí, es eso, un patrón, lo que se le ha pedido durante toda la temporada.

Habrá semana para lamerse las heridas y lamentarse de las bajas, aunque se diría que, hoy por hoy, el hombre más importante de este equipo tiene 18 años y es el capitán. Hizo un partidazo brutal en Valladolid. Despejó todo, nunca perdió el sitio y salió de zona como si fuera un emperador. Le faltó el caballo para aplastarlos. El chaval, el aragonés, es la imagen de este equipo que, por fin, es el Zaragoza.