Quizá sea porque a Natxo González se le ve tan convencido de lo que dice, tan seguro del incuestionable crecimiento de su equipo a corto plazo, que la gente cree de verdad que aquí no pasa nada, más allá de la alerta que salta en la clasificación: peligro inminente. Más parece que el equipo de este curso se asemeja bien poco a los anteriores en cuanto a carácter y talante. A la gente le huele a compromiso la forma de desempeñarse de Aleix Febas, Borja Iglesias y compañía, bien capaces de levantar un muerto tan pesado como el del lunes último, con ese grupo expirante que a la media hora boqueaba en el marcador (2-0) y en el fútbol, acorralado por un rival que después se confesó inferior. No se imagina uno al penúltimo Zaragoza rebelándose ante la previsible muerte del minuto 90, ni se le recuerda capaz de llegar a los últimos instantes tan entero anímicamente, mucho menos en el apartado físico, donde ha sido repetidamente enclenque.

Es difícil explicarlo, más allá de las cacareadas sensaciones. Son buenas, sí. Mucho mejor que los números, desde luego, que lo colocan entre los peores de Segunda. Solo el golaveraje lo salva de no ocupar una de las plazas de descenso, quizá también el partido anulado del referéndum en Tarragona. La impresión, a ratos, es la que reitera su entrenador. Natxo González ve mucho más que ratos y por ahí peca. No fue mejor ante el Nástic, ni con once ni con diez; ni frente al Alcorcón, al que apenas tosió. Fue inferior en Tenerife, parecido en Lugo... En fin, que tiene otro aire, se admite, pero hasta ahora solo lo ha demostrado por momentos.

Incluso de Oviedo, donde trenzó el mejor fútbol de la temporada en la segunda parte, y solo en la segunda parte, se pudo marchar con un repaso superlativo. Se acongojó junto a su portero con despropósitos varios, algún que otro desvarío y una desorientación general que lo dejó al borde de la goleada. Se escapó del ridículo a balón parado, con personalidad también. Ahí, en cuanto se reenganchó al partido, sobre todo cuando equilibró el marcador antes del descanso, entendió sus poderes, con Eguaras dando salidas desde la retaguardia, con Febas atravesando líneas en conducción o por medio de pases, con Borja recorriendo a bombazos todo el frente de ataque.

Quedó esa sensación dulce del fútbol el último día, bien contraria a la que revelan los números, los de hoy y los pretéritos. Cuentan que Natxo González es el entrenador con peores números del Zaragoza en la última etapa en Segunda. Solo lleva 6 puntos, no ha ganado aún en La Romareda, le han marcado gol en todos los partidos, es el segundo peor equipo de la categoría en su estadio...

Ninguno de los últimos equipos estaba en una situación tan mala transcurridas siete jornadas. El último, que inició la competición con Luis Milla al mando, llegó a estas alturas del torneo con 11 puntos, en la sexta posición, con 12 goles a favor (cinco más que ahora) y 10 en contra (uno más). Transcurría entonces el fútbol clasificatorio con mayor normalidad que el actual. Poco sospechaba el turolense que iba a ser despedido cuatro jornadas después tras un empate a cero en Valladolid.

Un año antes, Ranko Popovic alcanzaba tres puntos más que el Zaragoza de González con mejor renta goleadora, seis a favor (igual) y seis en contra (tres menos). Se situaba decimotercero superada la jornada séptima. Después, su deriva futbolística lo llevó al despido en diciembre.

Víctor Muñoz aparece como el mejor entrenador en el último lustro. Pese a empezar la Liga con la plantilla a medio hacer, jugadores desubicados o juveniles como delanteros de referencia, el aragonés había sumado a estas alturas de Liga 12 puntos. Siete jornadas más tarde llegó aquella estrambótica destitución.

El primero de esta última etapa en Segunda, en la 2013-14, fue Paco Herrera, templado entrenador que no pudo amansar a aquel toro. También acabaría en la calle avanzado marzo, cuando no había serenado a la fiera recién descendida que en la jornada 7 ya iba mal, con 8 puntos, un gol más a favor y tres menos en contra.

Todos cayeron sin saber dónde iba a acabar su proyecto. Antes, fueron mejores que este mal Zaragoza que, sin embargo, a ratos parece el mejor.