Son las diez y media de una mañana fresquita. Una veintena de personas está esperando en el final de la cuesta de San Vicente de Paúl que lleva a la calle Mayor el paso de las participantes de la Carrera de la Mujer Central Lechera Asturiana, que alcanza la vigésima edición. Quedan poco menos de 500 metros para que finalice la prueba que este año ha tocado techo con 10.000 participantes.

Es en ese punto donde se colocaron Álex y Adrián junto a sus hijas. Nadia y Sonia, sus parejas, estaban entre las participantes de esta manifestación. «Le motiva mucho a mi mujer por el día que es y para lo que es. Nuestra hija Adriana tiene 7 años y ya corre», explicaba contento Adrián.

Fue en ese punto de la carrera donde apareció devorando la cuesta como un misil Raquel Miró. Por detrás de ella resoplaba del esfuerzo la olímpica María José Pueyo, que le llevaba unos metros a Beatriz Martínez. Y más atrás la pareja de la veterana Xandra Méndez y la joven Blanca Sayas, en forma tras disputar la temporada pollera. «Me inscribí hace tiempo para correr en equipo con Ana María, mi madre. Por eso he salido a tope y me he ido desde la salida», afirmaba Raquel Miró, que recuerda viejos tiempos. «Disputé esta carrera cuando era una milla y era atleta cadete. Ahora tengo 32 y es la segunda vez que ganó esta prueba», indicaba feliz la ganadora entre la marea rosa que invadió las calles de la capital aragonesa.

Las mujeres corrieron y muchos hombres fueron a animarlas. Era el caso de Miguel Blasco, un jubilado de 64 años. «Han corrido María, mi esposa y Viviana, mi hija. No las he visto en la salida, pero después las he seguido en el puente de Hierro y las he visto llegar». Viviana ya es una atleta consumada. «Ha disputado medios maratones, 10K y en noviembre iré de mochilero en la Behobia-San Sebastián. Ya tenemos el hotel reservado y Viviana llevará el dorsal 31.241». Miguel hacía una reflexión final. «Me gustaría participar en la Carrera de la Mujer y que fuera abierta a todos. La lucha contra el cáncer la tenemos todos».

Casi todos eran atletas anónimas que competían por pasárselo bien, en una buena mañana y solidarizarse en la lucha contra el cáncer. Era el caso de dos treintañeras, Belén Aguado y Belén Mallén. «Es la primera carrera que disputo en mi vida. Me apunté por el grupo de crossfit en el que entreno», decía Belén Mallén. Comenzaron juntas seis chicas, pero al final se adelantaron Aguado y Mallén. «Íbamos lentas en ese grupo, nos frenaba el ritmo, somos muy nerviosas y decidimos ir más rápido. Al final esprintamos y le gané por un pelín a mi compañera», reconocía Aguado, que se quedó encantada de esta experiencia deportiva. «Había chicos con pelucas y con la camistea rosa. Ellos apoyan sin dorsal a las mujeres que corren. Pero también me gustaría que se organizara la carrera del hombre. Ellos también tienen cáncer y cualquier ayuda es poca», reconocía la atleta en la llegada de la Plaza del Pilar.

Las últimas participantes llegaron casi dos horas después que se diera el pistoletazo de salida. Muchas fueron andando y recibiendo los gritos de apoyo de sus amigos, su familia y todos los espectadores que se unieron la hermosa mañana en la lucha contra el cáncer.