El 19 de junio del 2007 fue la fecha escogida para bajar las persianas de las múltiples estaciones de autobuses que existían en Zaragoza. Cocheras que sobrevivían al paso del tiempo con lo puesto porque nunca se renovaban a la espera de un traslado que nunca llegaba. Ninguna compañía metía dinero en reformar algo llamado a extinguirse en la capital aragonesa. La lógica pedía centralizar una oferta que, para el viajero autóctono, no era tan perjudicial como para el foráneo, que no siempre daba con la terminal adecuada y a veces iba desorientado buscando la cochera adecuada. Hoy, como mucho se puede confundir de dársena en la intermodal de Delicias.

La nueva infraestructura supuso una revolución en la ciudad, sacando del centro a centenares de autobuses que a diario hoy, como mucho, pasan por el cuarto cinturón. Y también una actividad con la que, para los vecinos del entorno, no era agradable convivir. Así que la apertura de la estación central supuso ir vaciando las cocheras que tras su cierre estuvieron durante años en el olvido, porque su vacío coincidió con la crisis económica. Pero hoy muchas de ellas han renacido y solo una, la de la avenida Navarra (la de Autobuses Cinco Villas), sigue con un futuro incierto. Un taller de repuestos de coche ha revitalizado solo la mitad de estos garajes.

Una nueva vida

Las cocheras de Autobuses Jiménez, en la avenida Juan Pablo Bonet, fue la primera en renacer. Convertida en un supermercado, dejó atrás los tiempos en los que el vehículo obligaba a parar el tráfico para emprender la ruta. Otra que resucitó pronto fue la Automóviles Zaragoza, en la calle Castellví, hoy reconvertida en nave de almacenamiento de vehículos de FCC, contrata del ayuntamiento. Y las de Ágreda, en el paseo Teruel y en la avenida Valencia, resurgen como gimnasios. El primero ya ha abierto. El segundo, iniciará su reconversión en breve. Y las de Therpasa, en José María Lacarra -antes General Sueiro-, ahora es un establecimiento de masajes orientales.

Nueva vida en el interior de la ciudad que sacó a las afueras a los 400 buses diarios que hoy registra la estación. El gran beneficiado era, a priori, el ayuntamiento que, como la estación no es suya sino de la DGA, poco ha ayudado. Le pidieron mejoras en el servicio de bus urbano, pero siguen las mismas tres líneas que en el 2007 ( 34, 51 y Ci1).

Su única aportación en una década ha sido poner marquesina a la parada, y tardó años en hacerlo. Tampoco se culminó el plan de accesibilidad que preveía cuatro rotondas en torno a la estación, una de ellas en la avenida Navarra y que daba acceso a los que llegaban desde la carretera de Logroño.