La remodelación de la zaragozana plaza Eduardo Ibarra cambió la escenografía del barrio de la Romareda y de la ciudad, introduciendo un nuevo concepto de plaza y convirtiéndose en una de las más vanguardistas desde el punto de vista arquitectónico. Se convirtió en un espacio de más de 41.200 metros cuadrados de superficie pensados para el uso y disfrute del peatón, con elementos de ocio y de descanso al aire libre. Su reforma supuso un antes y un después para el barrio. Cambió la circulación de la zona, eliminó los coches -se construyó un párking subterráneo- y desplazó el Rastro, después de tantos años viviendo al calor del estadio. Esto generó el malestar de vendedores y compradores que, doce años después, siguen diciendo que era la mejor ubicación para sus puestos. Primero fueron trasladados a San José, de forma temporal, y después al párking norte de la Expo.

La reconversión surgió como complemento a un macroproyecto del gobierno en coalición PSOE-CHA que impulsó el Espacio Romareda y que incluía la reforma del estadio de fútbol, la creación de una superficie comercial de más de 42.500 metros cuadrados y la reforma de la plaza. Si este este triple plan se hubiera llevado a cabo, esta zona de la ciudad se habría convertido en una de las más cotizadas y nuevas, ya que su modernización no se iba a quedar en estos tres proyectos. Pero los planes se truncaron y solo se llevaron a cabo las obras de Eduardo Ibarra.

El teniente de alcalde de Urbanismo, Antonio Gaspar (CHA), fue el impulsor de este faraónico proyecto diseñado por el estudio Cano Lasso y de cuya obra se encargó Isolux-Corsán, desde entonces concesionaria de la explotación del párking subterráneo y los quioscos de la plaza, con escaso éxito y que a día de hoy están cerrados.

EL ESTADIO

Gaspar recuerda que el objetivo de la transformación era reacondicionar un espacio público que, entonces, era una «aparcamiento anárquico en superficie». Tras las obras, se convirtió en una «estructura de ciudad por su tamaño y su singularidad».

El origen de este proyecto era la reforma de la Romareda, que iba a convertir el campo de fútbol en un estadio digno de un equipo de primera: moderno, lujoso y sin señas de su verdadera edad. Esa era la idea y a día de hoy se sigue hablando de la necesidad de iniciar una remodelación integral de unas instalaciones que se inauguraron el 8 de septiembre de 1957.

El mismo día en el que se colocaron las vallas en el estadio, un juez suspendió la remodelación cautelarmente, tras el recurso presentado por el PP-PAR.

«Ejecutamos la primera fase del proyecto, que era el espacio público, y quedó pendiente el estadio por un recurso de PP y PAR», añade. «Al final los tribunales aprobaron el proyecto (que paralizó cautelarmente un juez, pero el PSOE llegó a un acuerdo con el PP en el periodo 2007-2011 y ya no siguió adelante con él», recuerda Gaspar.

PÁRKING

Peatonalizar la plaza conllevó la eliminación de decenas de plazas de aparcamiento. Teniendo en cuenta que en esta zona se encuentra La Romareda, que tiene capacidad para 34.500 personas, el Auditorio y el hospital Miguel Servet, era más que necesario construir un párking subterráneo que pudiera absorber la demanda de aparcamiento. La conexión con el tranvía, que ya se había previsto entonces, completaria la integración del espacio en la estructura de la ciudad.

Por ello, la reforma incluyó un párking subterráneo con capacidad para 1.300 plazas en varias plantas, algunas acondicionadas para su venta. A día de hoy se siguen comercializando.

Isolux-Corsán se ocupó de las obras y de la explotación tanto del subterráneo como de las cafeterías de la plaza. Su previsión de éxito se vio mermada por la paralización de la reforma del estadio y la creación de la zona comercial y las consecuencias colearon durante años porque Isolux exigió una indemnización.

Las malas noticias para este empresa no se limitaron a la anulación de la reforma del estadio, ya que durante las obras de remodelación de la plaza, el Gobierno de la ciudad se planteó trasladarla a Valdespartera o a San José.

Ambas acciones, la primera por no producirse y la segunda porque desplazaría a los zaragocistas del barrio, iba a reducir notablemente el número de usuarios, como así pasó. Así que la concesionaria del párking de Eduardo Ibarra reclamó 20 millones de euros de indemnización por el agravio económico que supuso para su actividad. Tras muchas ideas y venidas y años de conflicto, finalmente, y por orden judicial, el ayuntamiento tuvo que indemnizarlo con 832.509 euros y ampliar los años de concesión.

EL PERIÓDICO trató de conseguir datos sobre el número de usuarios que usan sus instalaciones sin éxito. La contrata también tuvo problemas con los subarriendos que hizo de sus cafeterías que, igualmente, abandonaron los negocios por la falta de clientes. Ahora los locales están vacíos y es notable el abandono que sufren desde hace años.

Gaspar explica que el bautizado como Espacio Romareda formaba parte «de un plan que se diseñó en la Gerencia de Urbanismo para dotar a los barrios de infraestructuras adecuadas y renovar las que estaban obsoletas». En unos casos se trataba de infraestructuras de ciudad, como el pabellón Siglo XXI, el Espacio Romareda, o el corredor Oliver-Valdefierro, y en otros, de equipamientos de barrios como fueron las escuelas infantiles, las bibliotecas o los espacios deportivos, con especial atención a distritos que, tradicionalmente, habían quedado postergados en inversión municipal, recuerda el que fuera responsable de Urbanismo.

Para el que fuera titular de este área, este proyecto se convirtió en «una oportunidad perdida porque había muchos intereses urbanísticos privados puestos en ese espacio». Hoy la plaza se ha convertido en un atractivo para pasear y descansar en días soleados y temperaturas primaverales, pero también en el reflejo de lo que pudo ser y no fue.