Hubo un tiempo en que Zaragoza apostó por volar alto. La Expo del 2008 iba a atraer muchos turistas extranjeros y la puerta de entrada a la ciudad iba a ser el viejo edificio creado en la época del aeropuerto de Sanjurjo. La capital aragonesa llevaba tiempo deseando un impulso inversor de Aena que llegó para la muestra internacional y lo cambió todo para ella. Con un proyecto valorado en 22,7 millones de euros, Dragados finalizó, el 21 de marzo de hace una década, una terminal de pasajeros con 16.250 metros cuadrados, el triple que la anterior, más de mil estacionamientos, doce mostradores de facturación y seis puertas de embarque. La capital aragonesa se preparaba para intentar superar un reto: alcanzar el millón de pasajeros al año.

Ese era el objetivo. Con este desafío comenzaron las obras de construcción de la actual terminal en la segunda semana de mayo del 2006. Con una fecha de finalización prevista, enero del 2008, que como todas las grandes obras públicas de la época de bonanza, se acabó demorando. Y ampliando su coste, como también ocurría con frecuencia.

Un 50% más en 4 años

Dos meses más duraron las obras, hasta acoger la visita del entonces secretario de Estado de Infraestructuras del Ministerio de Fomento, el oscense Víctor Morlán. Corte de cinta y fotos para todas las autoridades en el edificio acristalado que concibió el despacho de arquitectos Vidal y Asociados en un concurso internacional. Zaragoza entraba así en el siglo XXI, con ganas de apostar por el aeropuerto como la ciudad de referencia de un entorno con más de 2 millones de habitantes en un radio de 200 kilómetros, y con una Expo como reclamo para su despegue.

Su estreno venía precedido de un logro histórico. El 2007 se había cerrado con 512.184 viajeros. Por primera vez se superaba la barrera del medio millón y el objetivo con la nueva terminal era acoger al doble. Y llevaba camino en los años siguientes. El año de la Expo acabó con 594.952, el siguiente bajó a 528.313, el 2010 remontó a 605.912 y el 2011 culminó con 751.097, máximo histórico de la pista y un 50% más que solo 4 años antes.

No era fruto de la casualidad. Los números crecían a golpe de contratos publicitarios públicos. Se llegaron a destinar hasta 6 millones de euros al año, con fondos del Gobierno de Aragón y del Ayuntamiento de Zaragoza para que compañías de bajo coste como Ryanair confiaran en sus instalaciones. El éxito era impredecible y las posibilidades de crecer, por aquellos años, aumentaban exponencialmente cuando estas mismas firmas se preguntaban si sería un buen lugar para instalarse con base permanente. En esa época, eso habría multiplicado los vuelos y el despegue en los datos sería pura inercia.

Pero la capital aragonesa se topó con sus carencias. Y, entre ellas, el denominado nivel máximo II/III del sistema ILS, un instrumento que permitía tomar tierra con baja o nula visibilidad. En una ciudad con tantos días al año con niebla densa, fue el motivo decisivo para que la firma irlandesa lo descartase. O la excusa, ya que el paso de los años demostró que esta estrategia siempre dio más dinero a corto plazo y sin garantía a medio o largo para las ciudades. Esta herramienta no llegaría hasta junio del 2016.

Así que el optimismo inicial se tornó en dudas y, tras ellas, recortes en las ayudas públicas. Esto en el mercado siempre tiene una consecuencia inmediata. El consistorio decidió cerrar el grifo y la sociedad Promoción del Aeropuerto de Zaragoza (PAZ) se quedó con la mitad de la inyección, y eso condujo a un descenso abrupto. En solo un año, el histórico dato de 751.000 viajeros se desplomó y perdió 200.000 en doce meses. Pasó en el 2012 a 551.406 y abrió tres ejercicios consecutivos de perder usuarios. Tocó fondo en el 2014, con 418.580 y, desde entonces, poco más ha ganado.

Cuatro años que culminan en el pasado 2017 en el que un 4,4% de aumento con respecto al año anterior -2016 se cerró con 419.529-, recupera el tono y el optimismo para el futuro. Eso sí, ya con la mitad de ayudas públicas y un mercado que se ha estabilizado en subvenciones más racionales y ajustadas a la crisis.

SOÑAR CON LA SEGUNDA PLAZA

Pero, una década después, lo que deja para la capital es una terminal con capacidad para un millón de pasajeros al año por la que no pasan ni la mitad, con 300.000 menos que aquel histórico 2011, casi 160.000 menos que cuando se estrenó el millonario edificio, un 14,5% de disminución. Y un dato llamativo: hoy son 3.000 pasajeros más que el 2006, que finalizó con 435.881, y que fue cuando Aena se planteó que Zaragoza merecía una nueva terminal para la celebración de la Expo.

Pero Zaragoza nunca ha bajado los brazos, su objetivo siempre ha estado más orientado a la logística, el transporte de mercancías y a los servicios aéreos de carga. Ahí es donde sus datos asombran. Cuando los 20.151.390 kilos que movió en el 2007 se transforman en 142.185.207 el año pasado. Multiplica por siete sus registros en una década, se consolida como la tercera pista del país y pasa a soñar con superar a El Prat como segunda, una utopía hace diez años. Solo un año antes de acometer la inversión en la terminal de pasajeros, en el 2006, se movieron 5.928.685 kilos. Hoy ese dato se multiplica ya por 23.

Sus prestaciones para las compañías aéreas son inalcanzables para ciudades como Vitoria, con la que durante años estuvo compitiendo por esa tercera plaza en carga en la red de Aena.

Cada semana contabiliza entre 30 y 35 vuelos semanales, con compañías que vuelan a más de 15 destinos de todo el planeta. Solo Doha (22%), Seúl (15%) y Dubai (13%) mueven la mitad de esas 142.000 toneladas anuales. El resto se los reparten ciudades como México DF, Moscú, Xhengzhou, Riyadh, Shanghai, Bahrein, Luxemburgo, Nueva York o Tianjin, entre las más destacadas. El textil sigue acaparando la mayor parte de la mercancía transportada, pero también mueve alimentación, animales vivos y una amplia variedad de productos.

Son los movimientos que han dado un nombre en el mapa a Zaragoza, que tiene peso pero en carga. Puede seguir soñando con ese millón de pasajeros, mientras su éxito, las mercancías, acumula casi 13 años consecutivos creciendo, ganando altura sin necesitar un imán como la Expo.