Desconozco si la economía mundial acabará entrando en lo que ahora se llama estancamiento secular. Vaya por delante que como el crecimiento económico y el bienestar de la gente no siempre están vinculados, sería bueno (por si los analistas pesimistas acaban imponiéndose) empezar a razonar cómo se puede mejorar el bienestar en un contexto de falta de crecimiento económico.

No lo haré en la línea filosófica de la felicidad ni en la de ventajas que proporciona disponer de un balance social diverso, con un buen patrimonio natural, sostenibilidad y calidad de vida. Elijo partir de una de las variables más tradicionales, el aumento de la capacidad adquisitiva. En definitiva, saber si se puede vivir mejor con menos renta.

Para empezar, se puede reducir gastos sustituyendo el consumo de mercado por el de bienes fuera de él. Ejemplos: la lectura sustituye al cine, y los libros son de libre acceso en las bibliotecas. Participar de encuentros culinarios rotativos entre amigos elimina gastos de restaurante. Estar en contacto con la naturaleza como actividad de ocio no acostumbra a tener un precio. En general y sin causar perjuicio a nadie, escoger la austeridad es una virtud.

NUEVAS NECESIDADES

En este sentido, alcanzar un modelo de consumo acorde con los ingresos permanentes, y cuando estos aumentan de manera extraordinaria mantener el nivel de gastos vitales, es una opción ganadora. Una coyuntura de retribuciones anormal nunca debería convertir las nuevas necesidades en gasto ordinario.

Es un modelo frecuente. La mejora económica coyuntural induce a cambiar de bienes duraderos con más frecuencia de la necesaria. También se crean nuevas necesidades siguiendo costumbres ajenas, como la semana blanca escolar, los viernes de compras, el Halloween- En este contexto, también el endeudamiento familiar debería tener en cuenta cómo superar los periodos adversos: cuando se alquila la segunda residencia, ¿se ha incorporado en las cuentas como gasto habitual?

Más casos. Cuando la carga financiera de una hipoteca ahoga el día a día, hay que prever cómo alargar los plazos y, sobre todo, asumir que sepuede pasar al usufructo, renunciando temporal o definitivamente Las familias han de saber adaptarse a un entorno más exigente gastando mejor a la nuda propiedad. No tiene ningún sentido dejar en herencia, a largo plazo, una vivienda si se hace a costa de vivir peor el presente. Y más si comporta que en el presente no se pueda financiar a la generación que hoy es el capital humano familiar y que a la larga serán los herederos de ese bien inmobiliario.

Los poderes públicos pueden facilitar los cambios para el acceso al usofructo de la vivienda, que se pueda alquilar o dejar como legado, el cual se pueda revertir a su debido tiempo. También ganarían capacidad adquisiva las familias si bajara, en general, el precio de la vivienda, si se redujera la incidencia que ejerce el precio del suelo, que se fija en subastas y acuerdos públicos con los promotores. Estas estrategias ayudarían a mejorar el bienestar aunque no se mejores los ingresos.

PAREJAS CON POCO TIEMPO

También ayudaría el replanteamiento del empleo a tiempo parcial o cómo se comparten las tareas familiares y de educación de los hijos, sustitutivas del gasto privado o público. Si es esto último, a cargo de impuestos que también restan bienestar. Por lo tanto, lo que importa para el bienestar no es la renta sino la renta neta, es decir, restando de los ingresos los gastos necesarios para obtener esos ingresos, además del componente fiscal.

Y ya sabemos lo que ocurre. Cuando trabajan ambos miembros de la pareja, es cierto que los dos ingresan más, pero también aumentan sus gastos: movilidad, comer fuera de casa, la persona que cuida a los hijos. A añadir el regreso tarde al hogar por compromisos profesionales y el aumento del mal humor.

Lo ha descrito con acierto el acrónimo anglosajón TIENS: dos perceptores de renta (two income earners) y sin sexo (no sex).