El episodio de volatilidad que tumbó las bolsas mundiales a principios del pasado mes de febrero, una caída de la que los mercados todavía no se han recuperado, no va a ser un acontecimiento aislado. Así lo ha advirtió ayer el Banco de Pagos Internacionales (BIS), organismo con sede en Basilea (Suiza) que agrupa a los 60 principales bancos centrales del mundo.

«Los mercados financieros y la economía mundial se están adentrando en terreno inexplorado. Y después de un periodo inusualmente prolongado de tasas de interés insólitamente bajas y condiciones monetarias acomodaticias, sería poco realista esperar que no se produzcan más turbulencias», sostuvo Claudio Borio, jefe del departamento monetario y económico de este organismo internacional.

Durante las primeras semanas de enero, el principal índice de Wall Street (el Standard & Poor’s 500) subió más de un 6%, el de Japón (Nikkei 225) se apreció un 4%, las bolsas de los países emergentes se revalorizaron casi el 10%, y las europeas, más de un 3%. Sin embargo, la situación se dio la vuelta violentamente cuando el viernes 2 de febrero se conoció que los sueldos en Estados Unidos subieron un 2,9% en enero, el mayor incremento desde el final de la recesión en el país a mediados del 2009. En la semana posterior, los cuatro mercados mencionados cayeron más del 10%, el 7%, el 8% y el 7%, respectivamente.

La subida de los salarios por encima de lo esperado por los analistas hizo cundir entre los inversores el temor a que la inflación estadounidense se eleve este año más de lo augurado y a que, en consecuencia, la Reserva Federal (Fed) acelere el ritmo previsto de incremento de los tipos de interés, aprobando cuatro subidas en lugar de tres durante el ejercicio. Este aumento del precio del dinero encarecerá los costes de financiación de las empresas, lo que perjudicará a sus resultados.

El BIS ha alertado de que esta reacción de los inversores pone de manifiesto la «delicada tarea» que tienen ante sí los bancos centrales. «Han de lograr un equilibrio entre dos objetivos: por un lado, normalizar su política monetaria, sobre todo para tener mayor margen de maniobra en la próxima desaceleración, y, por otro, evitar decisiones que podrían malograr la expansión (económica)», explicó Borio respecto a las subidas de tipos desde mínimos históricos y la retirada de medidas excepcionales, como la compra de deuda del Banco Central Europeo (BCE).

MÁS VOLATILIDAD

Para mayor complicación, añadió, ello se produce en un momento en que el endeudamiento mundial ha vuelto a aumentar, lo que hace más vulnerables a los agentes económicos ante la subida de tipos. Y además Estados Unidos ha aprobado medidas proteccionistas, que pueden ser respondidas por otros bloques económicos, lo que «complica aún más» la tarea. «Para avanzar por este camino hará falta una notable dosis de habilidad, discernimiento e incluso algo de suerte», aseguró.

En su informe trimestral, el organismo destaca que tras un periodo excepcionalmente largo de calma, la «volatilidad ha vuelto» al mercado. Un fenómeno que se ha visto potenciado de forma «excesiva» y «desproporcionada» por la aparición de productos financieros que permiten apostar a que la volatilidad será alta o baja, lo que incrementa su aparición habitual cuando los mercados se desploman.

Sin embargo, agregó Borio, «los responsables de la política monetaria no deben temer a la volatilidad en sí misma; la presencia de cierta volatilidad durante el proceso de normalización hasta puede favorecerles», ya que desinfla las posibles burbujas generadas.

SUBASTAS DE DEUDA

Al margen del informe del llamado banco de los bancos centrales, esta semana está marcada por la vuelta del Tesoro Público a los mercados con dos nuevas subastas de deuda, una a corto y otra a largo plazo, que serán las primeras después de que el Banco Central Europeo haya dado señales de que llevará a cabo una reducción gradual de los estímulos monetarios.

El pasado 8 de marzo, la institución que dirige Mario Draghi eliminó en su comunicado la referencia a ampliar sus compras de deuda si la situación económica empeora, lo que se interpreta como una señal de que irá reduciendo los estímulos. El BCE también elevó su previsión de crecimiento de la eurozona para el 2018, hasta el 2,4%.