Cuando pintan bastos, hay que estrujarse el cerebro. Ésta es la consigna que parece haber aplicado la empresa cárnica Casademont, radicada en Constantins (Girona), tras perder de forma abrupta, hace ya más de dos años, el importante mercado ruso debido a las con trasanciones decretadas por Rusia contra Occidente.En el 2014, el Gobierno de Moscú impuso un veto a las importaciones de un largo listado de productos alimenticios, entre los que se encontraban los elaborados de la carne, como respuesta a las medidas de represalia adoptadas por Occidente tras la anexión de Crimea y el estallido de la guerra de Ucrania.

Dos años después, Casademont ha duplicado ventas en Rusia, superando las cifras previas alcanzadas antes del inicio del conflicto ucraniano. Este año, Casademont prevé crecer un 50%."No queríamos perder todo lo que habíamos conseguido, y empezamos a buscar una fórmula que nos permitiera adecuarnos a la nueva situación", ha explicado recientemente a EL PERIÓDICO el director general de Casademont, Francesc Gómez, en el stand que la empresa regentaba en Prodexpo, la principal feria de Alimentos y Bebidas que se celebra en la Federación Rusa, y que cerró sus puertas en Moscú el pasado 13 de febrero.

La solución vino de la mano de Atria, un grupo de capital finlandés que regentaba fábricas en San Petersburgo. Casademont cedió su patente a cambio de un royalty por cada kilo de producto comercializado. La carne empleada tiene origen ruso o de América Latina, y solo se importa desde España el combinado de especies que se le aplica, formado por productos que no están afectados por las sanciones decretadas por el Kremlin.

El resultado es un fuet, chorizo, salchichón o jamón que en nada se diferencia al que se produce en Girona, ni siquiera en el envasado. Eso sí, en comparación con sus equivalentes rusos, el precio del embutido Casademont en los comercios de Moscú o San Petersburgo es muy superior. "Atria es la encargada de diseñar la política comercial, y ha decidido hacerlo como producto 'premium'; nosotros no nos metemos", continúa Gómez.

Para Casademont, la fórmula de cooperación con Atria solo ha traído ventajas. Sus competidoras de sector, como Campofrío, o Pozo, aún están lamiéndose las heridas y no han reaccionado la pérdida de Rusia, un inmenso mercado de 147 millones de consumidores. "No hay límites para nuestro crecimiento en este país", explica Gómez con satisfacción. Respecto a la seguridad jurídica, un problema para las empresas que aspiran a implantarse en Rusia, el directivo cree tener las espaldas cubiertas con el socio: "Atria es una empresa finlandesa, que cotiza en Finlandia".

El impacto económico del actual clima de tensión entre Rusia y Occidente ha sido muy importante. Las importaciones europeas hacia Rusia se redujeron en un 28,4% en el 2015, no solo por el veto a las importaciones, sino por la crisis económica que sufre el país. Según Phil Hogan, comisario de Agricultura, en ese mismo ejercicio los agricultores europeos experimentado pérdidas próximas a los 6.000 millones de dólares.