Malta de trigo o de cebada, lúpulo, levadura y agua. Estos son los ingredientes naturales que reivindican las cervezas artesanas de Aragón, una tendencia que se deja ver también a nivel nacional, pues el número de microcervecerías creció cerca de un 1.600% entre el 2008 y el 2015. Así, España se sitúa a la cabeza de Europa en el crecimiento de microfábricas de este sector, según el último Informe socioeconómico del sector de la cerveza en España. Al cierre del 2015 eran 361 las empresas dedicadas a esta actividad, según la Agencia Española de Seguridad Alimenticia, y el número crece año tras año.

En Aragón las microfábricas de cerveza alcanzan casi la veintena y el auge de lo artesanal ha conseguido impulsar una industria al margen de la producción de cerveza industrial. La mayoría de estas pequeñas fábricas surgieron en plena crisis económica, en entornos rurales, a manos de emprendedores que decidieron hacer de su afición su profesión.

DE BELVER DE CINCA A JAPÓN

Es el caso de Gisberga, una fábrica de cerveza fundada por Ferrán Ferrer en el 2011 en la localidad oscense de Belver de Cinca. «Elaboraba cerveza en casa, probaba por afición y al final abrí mi propia empresa», explica Ferrer. Gisberga actualmente produce 40.000 litros anuales que distribuye por todo el territorio nacional y exporta a países como Japón, Estados Unidos u Holanda. ¿Una de las diferencias respecto a la producción tradicional? El proceso de elaboración, fermentación y maduración lleva su tiempo. «Para elaborar 1.100 litros se necesita un mes y medio», señala.

Más reciente es el proyecto de La Rondadora, empresa fundada en el municipio oscense de La Cabezonada en el 2014. Tras terminar sus estudios fuera decidieron volver a su localidad natal. «Como no había puestos de trabajo en la zona y había un nicho que cubrir decidimos abrir la empresa», recuerdan los socios. Y en un par de años el ascenso ha sido meteórico. Producen 50.000 litros de cerveza al año, distribuyen en toda la comarca del Sobrarbe y ya llegan a Huesca, Zaragoza y Barcelona. «Cada año crecemos pero hemos reinvertido parte de los beneficios para automatizar un proceso que comenzó de forma muy manual», indican.

«Empezar no es fácil y la logística en el medio rural es un plus de dificultad que encarece el producto», subraya Fernando Burriel, fundador de Pirineos Bier, cuya fábrica está en pleno Valle de Hecho. Sin embargo, reconoce que «la demanda crece» y, mientras buscan nuevos mercados, sus 32.000 litros de cerveza anuales se distribuyen en Aragón, Navarra y País Vasco. No obstante, existen otros proyectos en Teruel, como Ibeer Andorra, liderado por Sergio González, que defienden el carácter geográfico de sus cervezas. «Mi producto se distribuye en el Bajo Aragón. Yo pienso que cada uno tiene que tener su territorio», concluye.