Fue menos de hora y media de vuelo sobre los epatantes rascacielos de Shanghái y alrededores, pero bastó para trasladar el mensaje al mundo: China ya cuenta con su avión de pasajeros. El estreno del C919 fue retransmitido en directo por televisión y aderezado con la habitual fanfarria patriotera que China reserva a las cuentas saldadas con la Historia.

El avión de la empresa estatal COMAC es una señal en el camino hacia una economía basada en la tecnología y la innovación. El vuelo de ayer culmina un anhelo nacido en el histórico viaje en 1972 a China del presidente estadounidense, Richard Nixon. Cuando el mandatario bajó del avión, oficiales chinos que lo examinaban a pie de pista fueron invitados a entrar en la carlinga. China encargó 10 modelos y la entonces mujer de Mao, Jiang Qing, impulsó el proyecto para crear un macro avión. Se abandonó pronto al comprobar que era demasiado pesado, derrochaba combustible y planteaba retos irresolubles para la tecnología nacional de la época.

China ha ingresado en el selecto grupo de países que cuenta con aviones de pasajeros propio junto a EEUU, Rusia, Brasil, Canadá, Reino Unido, Francia y Alemania.

La presentación del C919 llega con tres años de retraso y tras más de una década de desarrollo. Y no se espera que esté disponible al menos hasta el 2019.

China ha dejado atrás años de fracasos en los que se estrellaba contra la falta de derechos de propiedad intelectual de componentes sin los que un avión no puede separarse del suelo. El avión cuenta con tecnología extranjera para sus zonas delicadas. Los motores han sido fabricados por una joint venture de la estadounidense General Electric y la francesa Safran.

Los 168 asientos, el pasillo único y los 5.555 kilómetros de autonomía del C919 lo emparentan con los Airbus A320 y el Boeing 737-800. Pero sus compradores valorarán su precio de 50 millones de dólares, menos de la mitad que sus competidores.