La fábrica global dejará de producir coches de gasolina o diésel en un «futuro cercano», avanzó el Ministerio de Industria. La calamidad medioambiental china ya sugería la medida porque es la única que compatibiliza la devoción automovilística de la pujante clase media con un aire más respirable.

Noruega y Holanda prohibirán los coches con combustible fósil en el 2025 y Francia y Reino Unido lo harán en 2040. Pero la apuesta china por los enchufes estimulará sin remedio a la industria automovilística mundial. Hace años que los fabricantes globales se juegan su cuenta de resultados en China, equivalente a la suma del mercado estadounidense y el europeo.

Sólo 500.000 de los 28 millones de automóviles fabricados el 2016 en China fueron eléctricos, pero supuso un incremento del 50 % respecto al año anterior. Los usuarios chinos compraron más de la mitad de los 774.000 coches eléctricos vendidos en el 2006 en todo el mundo.

China gastó más de mil millones de dólares hasta el 2015 en subsidios para compensar el mayor precio de los vehículos eléctricos y hasta el 2015 invertirá cerca de 15.000 millones de dólares en estaciones de carga. Los principales constructores presentes en el mercado chino llevan ya tiempo preparándose para esta transformación que renovará el sector. El grupo Volkswagen abrió el fuego con una alianza a finales del 2016 con la china JAC (que no es uno de sus socios tradicionales en este país).

Precisamente, el presidente de Volkswagen, Matthias Müller, anunció ayer, el día antes de que empiece el Salón del Automóvil de Fráncfort, un nuevo impulso en el plan para invertir 20.000 millones y convertirse en el número uno de la electromovilidad. El plan prevé el lanzamiento en el mercado de 80 vehículos propulsados por baterías hasta el 2025, con el objetivo de que en el 2030 todas las marcas del grupo dispongan de versiones eléctricas de sus modelos.