La cuarta revolución industrial, que supone la integración acelerada de robots en los procesos productivos y la sustitución masiva de mano de obra, requerirá en pocos años una iniciativa internacional coordinada para minimizar el incremento de las tasas de paro y el bajo crecimiento económico, según un informe dado a conocer este lunes en el marco del Foro de Davos. El panorama que los expertos del Foro Económico Mundial dibujan a medio plazo dista mucho de ser halagüeño. Los avances tecnológicos dejan en evidencia las debilidades estructurales de todos los países, por lo que el informe 'The Inclusive Growth and Development Report 2017' aconseja que las políticas económicas den prioridad a cinco líneas de actuación: políticas de mercado de trabajo activas (formación); equidad en el acceso a una educación básica de calidad; fomentar la paridad de género; mejorar las medidas de protección laboral y facilitar la transición entre la escuela y el mundo laboral. La cuestión es que los robots van a sustituir a los trabajadores a un ritmo más rápido de lo previsto y eso puede generar un empobrecimiento acelerado de grandes capas de la población.

El informe propone una iniciativa internacional coordinadapara combatir la perspectiva de un estancamiento económico crónico y una desigualdad social en aumento. Como consecuencia de esta situación, esta institución reconoce (de manera sorprendente por su ideario fundamental) la necesidad de una mayor intervención del Estado para compensar los desequilibrios en el reparto de las rentas. Junto a las tradicionales recetas liberalizadoras, Davos quiere impulsar en esta edición nuevos modelos de crecimiento que hagan compatible el libre mercado con políticas de redistribución de la riqueza más efectivas y que redunden en minimizar los riesgos de revueltas sociales que desestabilicen las economías avanzadas.

NUEVA BRÚJULA PARA LA ECONOMÍA

Richard Samans, miembro de la Junta Directiva del Foro, afirma que «las políticas económicas necesitan una nueva brújula, avances amplios en el nivel de vida y un nuevo mapa mental en el que se replantee la reforma estructural". El Informe sugiere que 15 áreas de políticas estructurales y la fortaleza institucional constituyen el «sistema de distribución de los ingresos» subyacente de las economías de mercado modernas y que son las herramientas cruciales a disposición de los dirigentes para fortalecer el crecimiento económico y la inclusión social de forma conjunta. Defiende que la creciente desigualdad refleja principalmente «una falta de atención a este ecosistema de políticas antes que una ley de hierro del capitalismo». Además, para muchos países, un proceso semejante de reforma estructural que incluya elementos tanto del lado de la oferta como de la demanda también representa la mejor esperanza para impulsar el crecimiento económico, teniendo en cuenta su poco margen para aplicar políticas monetarias y fiscales tras la crisis financiera de 2008-09. El Informe también incluye métricas de políticas: 140 indicadores de políticas e institucionales en 15 áreas que tienen potencial para impulsar tanto un crecimiento más fuerte como una inclusión social más amplia. Esto permite a los países comparar su fortaleza institucional e incentivos de políticas en estas áreas con sus iguales.

El informe concluye que "la mayoría de los países están perdiendo oportunidades importantes para aumentar el crecimiento económico y reducir la desigualdad al mismo tiempo porque el modelo de crecimiento y las herramientas para medirlo que han guiado a los dirigentes durante décadas necesitan un importante reajuste". Así, si se tiene en cuenta un indicador amplio para evaluar la evolución económica de los países se concluye que el 51 % de 103 países han recortado los niveles de vida en los últimos cinco años. Y en el 42% de los casos, el nivel de vida de la población bajó pese a aumentar el PIB per cápita, como consecuencia de una mayor desigualdad, que aumentó una media de 6,3 % en un 77 % de las economías.