Uno de los mejores profesores que tuve en mis años universitarios fue José Antonio Biescas. El profesor explicaba que en política económica, problemas de oferta se solucionan con políticas de oferta y que problemas de demanda, con políticas de demanda. El profesor Biescas, uno de los grandes economistas aragoneses (fue decano de la Facultad de Económicas de Zaragoza y consejero de Economía) aportaba luz a la economía, en la que los políticos suelen moverse a hurtadillas.

Distinguía Biescas entre países, como los europeos, cuyos principales desequilibrios vienen desde la oferta, de otros, como Estados Unidos, cuyo interés se centra en la demanda, en el consumo. Los norteamericanos se adaptan mejor que los fragmentados europeos a los inevitables ciclos económicos. Flexibilidad frente a rigidez.

Desde planteamientos keynesianos es alabada la injerencia de las Administraciones Públicas en la economía de mercado. Para Ontiveros, Krugman o Stiglitz, políticas monetarias y fiscales de estímulo o contracción son inevitables para guiar a la economía por la senda del crecimiento sostenible.

Pero en España, en épocas de bonanza se ha despilfarrado el dinero a base de infraestructuras inservibles, investigaciones bochornosas, subvenciones manirrotas e infames planes de fomento al desarrollo económico cuando en realidad eran mera propaganda. Por no hablar de dietas, sobres o prebendas. En la actual depresión se recortan servicios imprescindibles a empresas, organizaciones asistenciales y ciudadanos. Y se suben impuestos. Es decir, cuando keynesianamente se podrían justificar políticas restrictivas, éstas no se realizaron. Y cuando ni siquiera Keynes apuesta por la subida de impuestos ni la reducción del gasto, entonces se implementan. Todo ello, con un paro de 6,2 millones de personas, uno de cada cuatro españoles en situación de pobreza y una deuda pública de 923.311 millones (el 87,8% del PIB. El mundo al revés.