El próximo 31 de mayo expira el mandato del vicepresidente del Banco Central Europeo, el portugués Vitor Constancio, y España jura y perjura que su sustituto tendrá nombre y apellido español. Tras el bochornoso desalojo vivido en el 2012, que dejó al Estado español por primera vez sin silla en el órgano de gobierno del eurobanco, la operación reconquista arranca este lunes con la apertura del procedimiento para presentar candidaturas. La decisión, de mantenerse el calendario, se tomará el 19 y 20 de febrero.

Se trata del primero de los puestos que quedarán libres en los próximos dos años en el organismo monetario europeo y que culminarán con la sustitución también del presidente Mario Draghi a finales de 2019, para cuyo puesto suena con fuerza el presidente del Bundesbank alemán Jens Weidmann. A la espera de esa otra batalla la que se abre ahora es clave para España ya que se ha marcado como objetivo prioritario recuperar el peso perdido en las instituciones europeas y olvidar así los últimos varapalos que han puesto de manifiesto su infrarrepresentación entre los altos cargos europeos.

El primero, el fiasco de la presidencia del Eurogrupo que el holandés Jeroen Dijsselbloem, con el apoyo de Berlín, le arrebató sin problemas a Luis de Guindos en el 2015. El segundo el año pasado el de la sede de la Agencia Europea del Medicamento a la que aspiraba España -para Barcelona- y que finalmente se trasladará a Holanda una vez se produzca el 'Brexit'.

¿Apoyo de París y Berlín?

Pese al convencimiento de que el puesto será suyo y de que cuenta con el apoyo de Berlín y París, España, al igual que otros socios interesados en el cargo como Irlanda -suenan el gobernador del Banco de Irlanda, Philip Lane, y la subgobernadora, Sharon Donnery-, se resisten a mostrar sus cartas. Sabe que los tiempos son importantes y prefiere esperar a conocer el calendario antes de mover ficha. “El ministro ha dicho que España aspira al puesto y que presentará un candidato o una candidata”, zanjan fuentes del ministerio de economía sin confirmar si ese candidato será Guindos, tal y como augura buena parte de la prensa europea.

Él se deja querer pero lo cierto es que ni en los círculos del BCE ni en el Parlamento Europeo ven en su perfil al mejor potencial candidato. En Frankfurt porque recelan de que alguien salte directamente de la primera línea de la política a un organismo independiente, aunque de postularse no sería el primero, y en la Eurocámara porque les gustaría subsanar la gran desigualdad de género que persiste. Ninguno de estos dos organismos puede vetar al nuevo vicepresidente/a pero sí podrían retrasar el nombramiento, como ya hicieron en 2012 cuando obligaron a esperar al luxemburgués Yves Mersch, que sustituyó al español José Manuel González Páramo, en protesta por la falta de mujeres en la cúpula del BCE.

Lo único que dice el Tratado es que el Consejo Europeo nombrará por mayoría cualificada a la persona elegida de entre “personas de reconocido prestigio y experiencia profesional en asuntos monetarios o bancarios, a recomendación del Consejo tras consultar al Parlamento Europeo y al consejo de gobierno del BCE”. Es decir, la consulta es una prerrogativa pero la decisión final será política y la tomarán los 19 gobiernos de la Eurozona teniendo en cuenta los siempre difíciles equilibrios de poder.