--Acaba de asumir la presidencia de la Asociación de Industrias Alimentarias de Aragón. Uno de sus objetivos es conseguir un mayor compromiso del gobierno regional con el sector, pero si no hay dinero...

--En eso estamos. Si la apuesta económica es escasa en los últimos años, al menos pedimos que faciliten el funcionamiento de las empresas lo máximo que esté en su mano, y que haya coordinación entre diferentes administraciones.

--También quiere mejorar el aprovechamiento de los fondos de Desarrollo Rural para aumentar la competitividad de las pymes.

--La industria alimentaria, del 2007 al 2012, invertimos 825 millones de euros. En el próximo periodo, hasta el 2020, se contemplan unas ayudas de 560 millones, una reducción muy importante. Nuestra vocación es que nuestras empresas crezcan y sean rentables, con o sin ayudas, pero las perspectivas de inversión se han reducido un 50% por esta bajada. Hoy en día la economía exige ser más competitivos y estar continuamente innovando. Nadie pretendemos vivir de las subvenciones, pero sí hay casos, sobre todo en pymes, en los que los fondos de Desarrollo Rural facilitan el acceso a financiación o acometer retos que de otra manera no se podrían hacer. La agricultura y la ganadería tienen un elemento vertebrador del territorio fundamental en una región tremendamente despoblada como la nuestra. La capacidad productiva de alimentos es muy superior a la que tenemos después a la hora de transformarlos. En Aragón está el 8% de la fruta que se cultiva en España, pero solamente comercializamos el 2% con marcas nuestras. Si fuéramos capaces de hacerlo aquí, crearíamos más empleo y riqueza.

--¿Cuales son los principales retos del sector?

--Uno es acceder a los mercados masivos de gran consumo. Y para eso se requieren marcas representativas y fuertes. Tenemos que ganar dimensión para tener capacidad para acceder a nuevos mercados, para lo que también es importante ser innovadores. Si tu producto no se diferencia, vas a tener que vender por precio. Y esa salida es sencilla pero tiene un recorrido corto. En estos momentos hay un proyecto de ley sobre artesanía alimentaria. La industria artesana está muy bien y queremos que subsista, pero hay que potenciar marcas grandes, que a su alrededor actuarán como elemento tractor. De lo artesanal solo puede vivir un 2%, un 5%, de los productores. La dimensión se consigue haciendo crecer la propia empresa y buscando fórmulas de colaboración con otras.

--¿Para eso hace falta un cambio de mentalidad en los productores y empresarios aragoneses?

--Todo lo que hagamos en esa dirección será positivo. Yo no quiero que haya menos empresas, pero sí que sean más grandes. De cara a la internacionalización o a la innovación, si tú solo no puedes, únete.

--En este sentido, una de las iniciativas de la anterior junta fue la creación de un clúster.

--Estamos 30 empresas y siete instituciones, con un balance interesantísimo. De hecho, nos están empezando a imitar. Tenemos cuatro líneas de trabajo: incrementar la vida útil de los alimentos sin modificar sus cualidades organolépticas, revalorizar los subproductos, lograr alimentos funcionales y conseguir la eficiencia energética. Es muy importante la sensibilización de todas las administraciones, pero también la concienciación de los consumidores. Hemos vivido unos años de fuerte crisis en los que las pautas de consumo han cambiado. A las familias que lo pasan mal no se les puede decir que tengan muchas consideraciones porque miran lo más asequible para ellos en esos momentos. Pero ahora que empezamos a salir...

--¿Empezamos a salir?

--Sí, sí. En producto de gran consumo llevamos desde octubre con una tendencia ligeramente al alza. Hay algún diente de sierra y depende del sector... Pero lo que quería transmitir es que para tener una industria fuerte en Aragón, es importante que los aragoneses apostemos por nuestras marcas. El céntimo que nos ahorramos hoy es el euro que mañana dejamos de ingresar. Hay segmentos de la industria alimentaria de la comunidad en los que ya no tenemos representantes. La industria alimentaria aragonesa no se deslocaliza y vertebra el territorio. Tenemos que ver un poco más allá del céntimo que nos estamos ahorrando porque estamos dando vida a nuestra propia economía.

--Existe una opinión generalizada acerca de que el sector agroalimentario es de los que mejor ha aguantado la crisis. ¿Usted la comparte?

--Sí. Ha sido uno de los que menos ha decrecido, incluso el año pasado creó empleo. Tiene lógica porque es un sector de bienes de primera necesidad, y el consumidor ha cambiado sus hábitos de consumo pero la necesidad continúa. Se ha privado de las cosas más superfluas. Alguno de estos hábitos se han instalado y tardarán muchos años en volver a cambiar. A la hora de analizar el precio, a veces las diferencias las sustenta la fuerza de la marca, pero también hay otros motivos que tienen que ver con la calidad. Desde luego, cualquier producto que está en los lineales tiene sus garantías, pero todos no son iguales. La marca blanca está bien, pero el consumidor tiene que pensar que, si un fabricante hace marca propia y marca para un tercero, y todas las partidas de cebollas no son iguales, ¿dónde va a poner las mejores?

--Entonces, ¿hay un repunte del consumo en los últimos meses?

--Sí, hay algunos parámetros que así lo indican. Por ejemplo, las marcas blancas han detenido su desarrollo en algunos segmentos. La hostelería ya tocó fondo y vuelve a remotar un poquito. Los ciudadanos tenemos ganas de que nos den buenas noticias, de salir con un poco más de alegría.