La impresión 3D ha dejado de ser una tecnología inalcanzable para miles de pequeñas industrias y la firma zaragozana Dynamical Tools está jugando un papel protagonista en esta revolución. Con tan solo un año de vida, esta startup ha logrado diseñar y fabricar la DT600, una máquina que va a permitir «democratizar» el uso de la impresión 3D en el sector industrial. Hasta ahora, esta tecnología estaba reservada para las grandes multinacionales debido a su elevado coste, ya que una impresora de estas características cuesta de media unos 300.000 euros. «La nuestra vale 26.900 euros y, además, facilitamos sistemas de renting, así que por 550 euros al mes se puede tener una», destaca el director comercial de Dynamical Tools, Ramón Quílez.

Aunque apenas llevan un año de andadura, ya han logrado comercializar sus impresoras a empresas como Mann Humel o Exide Technologies (antigua Tudor). De hecho, la firma, que ya emplea a diez personas, prevé cerrar el ejercicio con una facturación de 300.000 euros. Las previsiones de la compañía, cuyos fundadores tienen una amplia experencia en el sector, son halagueñas: espera alcanzar los 25 trabajadores a lo largo del 2018 y confía en que el 90% de su cifra de negocio proceda del exterior en solo tres años.

La versatilidad de esta tecnología juega a su favor. «Lo bueno es que estas piezas de termoplástico se pueden usar en muchos sectores; nosotros empezamos con la automoción, pero ya estamos hablando con empresas de calzado, iluminación o del área farmacéutica», indica Quílez. El Servicio Aragonés de Salud, por ejemplo, se ha interesado en su impresora para garantizar el mantenimiento de las máquinas de los hospitales. «Al final sale mucho más barato porque puedes fabricar la pieza que se ha roto en lugar de pedírsela al fabricante», explica.

La empresa comenzó con el automóvil por la gran cantidad de auxiliares que hay en la comunidad y porque la impresión 3D es muy útil a la hora de hacer prototipos de piezas. «Fabricar un molde puede costar miles de euros y tres meses de tiempo, mientras que con nuestra tecnología apenas son tres días y unos pocos euros», destaca Quílez, que apunta que los proveedores del sector empiezan a comprobar que también se puede producir mucha pieza final, y no solo prototipos, por su resistencia mecánica, térmica y química. Eso sí, para las series largas siguen resultando más rentables los moldes tradicionales.

Una de las ventajas competitivas de la DT600 es que puede trabajar con diferentes termoplásticos, lo que permite fabricar piezas de distintas características. «Además, le hemos instalado un doble cabezal independiente para poder hacer dos a la vez, elevando así la productividad», apunta Quílez, que aclara que la empresa no presta servicios a terceros porque el objetivo es «vender muchas impresoras»: «Estamos totalmente volcados en fabricar nuestra máquina».

La startup aragonesa ya trabaja en una nueva versión que permitirá imprimir piezas de hasta un metro de altura (el doble que la DT600) y que será muy útil para el sector de la arquitectura.

El proyecto comenzó a gestarse hace tres años, cuando el empresario, ingeniero y bussines angel zaragozano Alfredo Sanz conoció a Pablo Murillo, que llevaba tiempo especializándose en la impresión 3D. «Decidimos lanzarnos en agosto del 2015 y ahora nuestras previsiones son muy optimistas; a final de año empezaremos a vender en el exterior», destaca Sanz, que recuerda que antes de instalarse en el CEEI Aragón estuvieron seis meses en el centro Etopia de La Almozara.