El debate sobre la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, en sus siglas en inglés) está generando posturas encontradas. Jochen Müller, consejero político de la delegación de la Comisión Europea en España y experto en este controvertido asunto, visitó esta semana Zaragoza para debatir y tratar de convencer a la sociedad civil, los sindicatos y los empresarios de Aragón sobre las bondades del acuerdo y desterrar falsos mitos que, a su juicio, han vertido sobre el mismo sus detractores.

--¿En qué momento se encuentran las negociaciones?

--Llevamos tres años negociando con Estados Unidos. Parece mucho, pero en un acuerdo comercial de este tipo la media es de cuatro años y medio o cinco. En algunos caso, como el reciente pacto con Canadá (conocido como CETA) han sido siete años. La idea siempre ha sido intentar terminar las negociaciones bajo la Administración Obama, lo que va a ser difícil pero no imposible. Lo importante es que primer la calidad sobre la velocidad. No vamos a firmar cualquier acuerdo. ----hay líneas rojas, que respete por ejemplo los estándares europeos de fitosanitarios, medioambientales y laborales.

--¿El diálogo con Estados Unidos está en punto muerto?

--No. Las negociaciones van adelante. En los últimos meses todos los Estados miembros y el Parlamento europeo, con un apoyo de dos tercios, han dejado claro el mandato de seguir negociando. Luego viene el tacticismo político por elecciones en algunos países...

--¿Qué efectos tendría la firma del TTIP para Aragón?

--Hoy en día las exportaciones anuales a EEUU de empresas aragonesas es de alrededor de 250 millones de euros. Es una cifra importante para la economía regional. De hecho, es el octavo mercado exterior más importante de la comunidad. Por eso tiene mucho potencial de crecimiento con un tratado como el TTIP por dos razones. En primer lugar, la bajada de aranceles, que en sectores específicos como la agroalimentación puede llegar al 30% en algunos productos. Son márgenes que te hacen más competitivo en el mercado norteamericano. La segunda gran ventaja es la bajada de obstáculos administrativos en cuanto a aduanas, inspecciones, certificaciones o licencias.

¿Qué sectores pueden verse más favorecidos?

--En el caso de Aragón los más beneficiados serían sectores como bienes de equipo, agroalimentación o automoción. Las empresas que forma parte de la cadena de valor de GM tienen mucho que ganar. Y las pymes a abrirán al mercado estadounidense, porque les resultará más fácil y barato acceder y competir en este país. Según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, en los primeros cinco años, España podría generar un PIB adicional del 3%, más de 330.000 empleos --unos 10.000 en Aragón-- y un aumento del comercio con EEUU del 30%. Además cabe recordar que el empleo de las empresas exportadoras es de más calidad y mejor remunerado.

--¿Y a quién puede perjudicar?

--Hay siempre perdedores. Tenemos sector sensibles a ambos lados. En Europa, principalmente la ganadería (vacuno, cerdo...), pera las leyes europeas de fitosanitarios serán las mismas. Esto quiere decir que los americanos no podrán vendernos carne de vacuno criado con hormonas o pollo tratado con cloro. Y lo mismo con los transgénicos. Lo que sí habrá es más competencia. Para estos sectores sensibles también lo que se suele hacer es trabajar con sistemas de cuotas (aranceles más altos a partir de cierta cantidad de exportaciones) para proteger la industria y fijar unos tiempos de transición. Además, contamos con fondos de globalización para ayudar a las empresas que pueden sufrir pérdidas. Otro sector afectado son servicios como consultoría, pero ahí también tenemos intereses ofensivos en profesiones liberales como arquitectos o ingenieros, que ahora lo tienen muy difícil para trabajar en EEUU.

--¿La TTIP pone en peligro las denominaciones de origen?

--Es algo que no entiendo. He leído panfletos de los sindicatos que dicen esto, pero no es verdad. Es justo lo contrario. Las denominaciones de origen en EEUU no pueden peligra porque no existen, no están reconocidas. Lo que queremos hacer con la TTIP es añadir otro mercado en el que las indicaciones geográficas europeas estén protegidas.

--¿Es fácil?

No, porque allí funcionan con marcas, no maneras de hacer. Pero con el tratado alcanzado con Canadá (el CETA) sí lo hemos conseguido y puede ser el modelo a seguir en el TTIP.

--Quienes se oponen a este acuerdo denuncian que solo beneficiará a las multinacionales y que perjudicará a las personas y al medio ambiente.

--Las grandes multinacionales ya están en EEUU. Las que no están son las pymes, que no pueden participar en licitaciones públicas de allí. Para ellos, el TTIP es una oportunidad. Y conocemos muy bien las preocupaciones de las organizaciones de consumidores y ecologistas. Las leyes medioambientales y sobre fitosanitarios de Europa no cambiarán. Lo mismo pasa con el fracking, que está fuera totalmente de las negociaciones.

--Los sindicatos creen que recortará los mecanismo sociales y de protección del empleo.

--Los temas laborales tampoco forman parte de las negociaciones, ni los servicios públicos, que están explícitamente excluídos en los textos jurídicos del TTIP que todo el mundo puede leer en la página web de la Comisión Europea. Son mitos, que se han perpetuado en el tiempo y que intentamos rebatir con información y pruebas, pero que en alguna parte de las sociedades europeas ha calado.

--¿Ha faltado transparencia?

--Correcto. La Comisión Europea ha hecho un mea culpa. Se empezó negociando como siempre se había hecho y fue un error. Se subestimó la situación. EEUU es otra cosa. Estaba el caso Snowden, había sospecha... y quizá un poco de antiamericanismo. Es además un tratado grande y que había que explicar mejor. Pero hace año y medio se dio un giro de 180 grados y ya no se puede hablar oscuridad. Nunca ha habido unas negociaciones más transparentes.