Varios gobiernos europeos han decidido ahora prohibir las ventas en corto de acciones bancarias. Es una medida que se utilizó tras la quiebra de Lehman Brothers y funcionó, pero la duda es: ¿está ahora justificada? Los indicadores de tensión que los economistas utilizamos para analizar los mercados, el equivalente a un electrocardiograma, indican que la medida está más que justificada.

Llevamos casi un año y medio a vueltas con la crisis griega y al final nos hemos creído la gran mentira del Gobierno alemán de que esto era una crisis fiscal. Por supuesto que Grecia tiene una crisis fiscal, pero utilizar a Grecia como pantalla para acometer medidas generalizadas de austeridad en toda Europa ahora nos va a salir carísimo. También queda evidente que esto no era una crisis española y que nuestra economía ha sido la víctima y no la causante de la misma.

Los principales bancos europeos, la mayoría alemanes y franceses, acumulan en la bolsa una caída próxima al 20% en agosto. Y los diferenciales a los que la banca europea puede emitir bonos han subido hasta el euríbor más un 3%, niveles que superan incluso los que se alcanzaron tras la quiebra de Lehman. Esto significa que, sin que el BCE haya subido los tipos de interés, la política monetaria ha sido restrictiva y en breve las familias y las empresas europeas comprobarán como los costes de pedir un préstamo se han incrementado.

Las familias españolas que disfrutamos de una hipoteca veremos disminuir la cuota --los inversores esperan bajadas de tipos del BCE en breve--, pero los nuevos préstamos serán más escasos y más caros de lo que ya eran. Con este nivel de tensión, cuando llegue septiembre seguramente las entidades financieras no podrán emitir nuevos bonos con los que atender los vencimientos de los ya existentes y la restricción de crédito sufrirá varias vueltas de tuerca en toda Europa.

En el 2008 aprendimos que cuando la crisis financiera colapsa el canal crediticio, el contagio a la economía real es fulminante, por lo que el riesgo de una nueva recesión en Europa y en el mundo ha aumentado en las dos últimas semanas. Los niveles de hipertensión están en niveles previos a la quiebra de Lehman, pero ahora la clave es evitar que se produzca otro error de semejante magnitud.

En las dos pasadas semanas no solo ha habido especuladores vendiendo en corto. Los inversores institucionales se han asustado y han huido de la bolsa para protegerse en los bonos americanos, japoneses y alemanes. Prohibir las ventas en corto es una medida oportuna y pone un límite a la hipertensión para evitar el infarto, pero no elimina los problemas cardiovasculares que la provocan. Hay que tomar más. Se trata de ver cuáles funcionaron en el 2009 y volverlas a poner en práctica. El BCE, además de bajar los tipos de interés, debe intensificar el programa de compra de deuda pública y debe volver a poner en marcha el programa de compra de bonos bancarios que tan buen resultado tuvo en el 2009. Ahora es conveniente pecar por exceso que por defecto.