La fábrica de Kimberly-Clark de Calatayud cerró ayer sus puertas de forma definitiva. La multinacional estadounidense anunció su decisión el pasado 20 de marzo alegando un "cambio de estrategia" (decidió abandonar la fabricación de pañales en Europa) y durante estas últimas semanas ha seguido produciendo al ralentí en la planta bilbilitana. La mayor parte de la plantilla, compuesta por unas 208 personas, pasará a engrosar desde hoy las listas del paro y tan solo permanecerá una decena de trabajadores que se encargará del desmontaje de la factoría.

Según indicaron ayer fuentes del comité, la intención del gigante papelero es vender por piezas algunas partes de la maquinaria, por lo que las líneas de producción no se trasladarán a ninguna otra fábrica del grupo.

Los representantes sindicales y la dirección acordaron a finales de abril el expediente de extinción de contratos y unas indemnizaciones superiores a los 45 días por año trabajado, una oferta que está a años luz de las que se firman últimamente en cualquier sector. Además de destruir 208 empleos directos, el cierre de la mayor industria de Calatayud ha afectado a otras firmas auxiliares. Así, por ejemplo, Fiege, la firma subcontratada por Kimberly para la carga y descarga de materiales y que empleaba a 17 personas, ya ha anunciado que despedirá a toda la plantilla.

A fin de cuentas, la huida de Kimberly va a terminar por descoser el frágil tejido industrial de Calatayud. Primero fue Dana Automoción la que decidió trasladar a Alemania su fábrica de piezas de motores, dejando en la calle a 94 personas. Poco después, Cóndor --dedicada a la fabricación de cedés y deuvedés-- pasó de emplear a 119 trabajadores a apenas unos 40, y en el 2010 llegaron los 130 despidos en Cisa Cerraduras. Un goteo que ha provocado la pérdida de cientos de empleos y que ha minado la confianza de los vecinos de la cuarta ciudad aragonesa.