Puro proceso político. Que Ibercaja se quede con el negocio de la CAI es toda una operación política, digan lo que digan en Bruselas, en Madrid o en la plaza Paraíso. Tan política como aquella decisión del Gobierno de decantar la subasta de la caja catalana Unnim a favor del BBVA en vez de a Ibercaja, que tanto extrañó por aquí. Y una vez que nadie se cree lo de salvar a la CAI (y los políticos han dado una buena muestra) y que el proceso abierto es imparable, hay que pedir que se mejoren las condiciones y que los trabajadores sean menos paganos de todo lo que se ha hecho, antes y ahora. La fórmula de lavarse las manos de Ibercaja puede ser buena para ella pero a la larga puede perjudicar a todos. No hay que olvidar que el factor humano es la fuente fundamental del mantenimiento de este negocio pues se basa en la confianza entre el cliente y el empleado. Y un planteamiento global desde el inicio evitaría problemas mayores.