César Gallardo es un modélico padre de familia, un ciudadano abnegado, un político que, según sus votantes, dice las cosas como son. No tiene pelos en la lengua, es dialogante y carismático. Gabriel Solís es un conocido empresario. Y jefe del crimen organizado en la costa mediterránea. Sus vidas se ven unidas por una necesaria amistad, una desmesurada ambición y un modo de vida común: la corrupción. Estos personajes son ficticios. Son los protagonistas de la última novela gráfica de Víctor Santos (Pulp Heroes, Los Reyes Elfos): Intachable, una historia de corrupción (Panini, 2012). Desgraciadamente, la realidad supera a la ficción.

Expedientes de regulación de empleo fraudulentos orquestados por sindicalistas; tesoreros de partidos políticos que acumulan su botín en Suiza; directivos de multinacionales españolas y de empresas públicas a los que el juez retira sus pasaportes e imputa acusaciones de malversación de causales públicos; blanqueo de capitales, falsedad en documento mercantil; cohecho y prevaricación; banqueros que arruinan cajas de ahorros para luego saquearlas con prebendas indecentes y paracaídas de oro-

La corrupción es citada por el 37,1% de los encuestados entre los principales problemas de España según el Barómetro de septiembre publicado esta semana por el Centro de Investigaciones Sociológicas. Es la segunda preocupación de los españoles, después del paro. El dinero corrupto despilfarrado en infraestructuras inútiles, fruto de megalómanos caprichos, es el causante de nuestra ruina. La descomunal deuda que acumula España ahoga el sistema económico e imposibilita cualquier atisbo de recuperación. Mundos separados y líneas que los cruzan. Solo nos queda reclamar justicia y que los corruptos paguen sus delitos. ¿Qué hacemos con alguien que quemaría el mundo por nada? La corrupción es la mayor lacra de la sociedad. Y su erradicación, condición imprescindible para la supervivencia del mercado como sistema de asignación de recursos.