Hace ya cinco años que la turolense Cristina Massó hizo suya la frase de renovarse o morir. En su caso fue más una reinvención en toda regla, porque esta ingeniera industrial había trabajado casi toda su vida laboral en una empresa especializada en realizar licencias de apertura o certificaciones ambientales y en homologar instalaciones eléctricas, de climatización o contra incendios. La crisis paralizó casi por completo el sector comercial, residencial y de oficinas, y Massó se quedó sin trabajo. Lejos de desanimarse, se dio de alta como autónoma con la intención de seguir prestando sus servicios en la misma área de actividad, aunque pronto se dio cuenta de que no iba a ser fácil.

Fue entonces cuando dio un giro de 180 grados y centralizó todos sus esfuerzos en el sector de la automoción. "Vi que era un nicho de negocio algo menos afectado por la crisis y que podía aplicar mis conocimientos en materia de certificaciones", explica Massó, que constituyó Gestión Técnica de Vehículos (GTV) en el 2011.

En concreto, la firma turolense se encarga de homologar cualquier cambio que un cliente quiera realizar en su automóvil. "Hay gente que no lo sabe, pero todas las modificaciones que se hacen sobre un vehículo que sale de fábrica necesitan de sus correspondientes certificaciones", subraya.

La mayoría de sus clientes son talleres mecánicos que le consultan si esa reforma se puede realizar y le encargan el proyecto en cuestión, aunque también trabaja con particulares. "Nos piden muchos tipos de modificaciones: todoterrenos para ir a cazar, vehículos agrícolas, cambio de luces, instalación de basculantes en remolques, carrozados con cajas ganaderas..." Incluso proyectos de tunning para turismos, aunque reconoce Massó que esta afición está un poco en declive: "Con esto de la crisis hay menos gente que decide modificar su coche porque en el fondo solo es algo estético".

Según indica la emprendedora, uno de los sectores que más está creciendo últimamente es el de las caravanas. "Cada vez hay más gente que modifica furgones de carga o pequeños camiones e instala mobiliario para poder irse de viaje", destaca.

Massó comenzó a trabajar con un taller de Teruel y poco a poco ha ido ampliando su negocio. De hecho, GTV ya trabaja de forma habitual con 30 establecimientos de Valencia, Castellón o Zaragoza. "Al principio fue cuestión de patearse muchos talleres y luego ya fue funcionando el boca a boca", apunta.

En los últimos meses ha ido expandiéndose por otras provincias gracias a un acuerdo que alcanzó con Philips para homologar sus luces de led. "La marca vende los faros ya con la certificación incluida para que el cliente no tenga que hacer nada", explica Massó.

Planes de futuro

La mayor parte del tiempo trabaja ella sola en su sede del CEEI Teruel, donde se instaló en el 2013, aunque cuando tiene más carga de trabajo encarga proyectos a un colega ingeniero. Con todo, la emprendedora no se conforma y confía en consolidar ese otro empleo a medio plazo e incluso contratar a una personas para que se encargue de la administración de la empresa. "Confiamos en seguir creciendo, de hecho en el último año ya hemos visto más movimiento, porque hay que tener en cuenta que empezamos en un momento muy complicado; cuando hay parón económico, a la gente le cuesta más invertir en este tipo de reformas a no ser que sean muy necesarias", explica Massó, que apunta que la certificación para unas luces diurnas puede costar unos 70 euros y homologar una carrocería completa en torno a 600.

Aunque el automóvil representa el 90% de su carga de trabajo, la ingeniera no se olvida de su anterior sector. "Seguimos atentos; al final lo que queremos es que cualquier cliente esté satisfecho porque ha recibido un trato muy cercano y le hemos resuelto cualquier problema", concluye.