La inestabilidad política al sur del Mediterráneo es uno de los factores que han hecho de la Costa del Sol una zona en auge. Esta nueva edad de oro del turismo de la costa malagueña ha llevado a que cadenas que en su día se fueron quieran volver y que las que nunca han estado quieran instalarse. Club Med, W-Marriot, Ikos Resorts y la cadena de lujo de Robert De Niro son algunas empresas que ya han puesto allí sus ojos y abrirán establecimientos en próximos meses, mientras que otras estudian cómo desembarcar.

La capacidad de España de atraer a turistas que huyen de destinos más inseguros quedó patente en el 2017, cuando con 82 millones adelantó a EEUU en número de visitantes colocándose solo por detrás de Francia. La costa malagueña vivió su propio boom con una cifra récord de 12,5 millones de visitas. «La Costa del Sol ofrece como principal atractivo los números», resalta Luis Callejón, presidente de la patronal hotelera Ahecos, quien suma al cóctel una oferta complementaria más allá del turismo de sol y playa, un aeropuerto con conexiones directas con toda Europa y Próximo Oriente, y un clima que permite abrir todo el año. Ya se vio este enero, cuando llegaron a Marbella 28.000 visitantes, el 18,5% más que en el mismo mes del 2017. Y aunque no es un detalle menor, ni en la Costa del Sol ni en el resto de Andalucía se han registrado los movimientos antituristas que sí se han dejado sentir en otras regiones costeras.

Poco permeable a la crisis

Los datos que maneja el sector hablan también de que el turismo de lujo, la baza de Marbella, es uno de los que menos se ha resentido por la crisis. La estancia media de estos turistas es de 15 días, con un gasto medio diario a partir de 600 euros. De ahí que las cadenas hoteleras quieran ampliar sus horizontes y desplegarse por aquellos países donde aún no están presentes o ampliar mercado allí donde les va bien.

El primero en plantar su bandera será Club Med, la firma francesa que a comienzos de los 2000 cerró las instalaciones que aún tenía en Cadaqués y El Puerto (Cádiz) por las pérdidas económicas y que volverá a abrir en verano del 2019 en Marbella con un espacio de la línea premium familiar. «Los turoperadores nos preguntaban cuándo regresaríamos a España», explica Julien Lenôtre, responsable de márketing para Europa y África. Era el momento oportuno, ante la inestabilidad de destinos como Egipto y Túnez por la alerta terrorista. El problema era la falta de terreno ante la «densidad urbanística» del país, ya que necesitaban una parcela mayor a 12 hectáreas para poder ofrecer en el mismo recinto las actividades eje de su oferta.

Esa falta de suelo se está revelando como la principal traba de la expansión de las cadenas de resorts en España. Club Med ha aprovechado la oportunidad de gestionar unas instalaciones hoteleras en desuso desde hace 15 años, el antiguo hotel Don Miguel, que ya llevaron entre 1975 y 2000 y que ahora reformarán por completo junto a Magna Hotels and Resort, dueña del terreno, con una inversión de 72 millones. También la griega Ikos Resorts, especializada en el todo incluido de lujo, entra en España con la compra del hotel Costa del Sol Princess, en Estepona, en el que invertirá 150 millones para abrir en el 2020.

Más suerte ha tenido la enseña W Resort, promovida por el Grupo Platium Estates y Marriott Internacional -el mayor grupo hotelero del mundo-, que ha logrado hacerse con la última parcela de grandes dimensiones en primera línea de mar en Marbella. El establecimiento de cinco estrellas gran lujo abrirá las puertas en el 2021 tras una inversión de 300 millones. A otros, en cambio, les toca reinventarse. Es el caso de Nobu, la firma de Robert De Niro y el cocinero japonés Nobuyuki Matsuhisa. En Marbella han optado por un recinto de lujo para adultos de 49 habitaciones inmerso en uno de los hoteles cinco estrellas de la ciudad.

La escasez de terreno afecta también al mercado residencial de lujo. En zonas de alta gama a pie de playa los precios duplican a los de la peor época de la crisis por la falta de oferta. La venta de viviendas de más de cuatro millones se duplicó en el 2017.