El paquete de estímulo para la flácida economía japonesa llegó antes y es más voluminoso de lo esperado. A Shinzo Abe, primer ministro, no se le puede acusar de tibio como a sus predecesores. Tokyo anunció esta semana que destinará 28 billones de yenes (241.000 millones de euros) para enterrar la dinámica de recesiones y débiles repuntes de las últimas décadas. El presupuesto de emergencia supone el 6% del producto interior bruto (PIB) y es el mayor de la Historia, por encima de los destinados a superar la crisis financiera asiática en 1998, la recesión del 2009 o el 'tsunami' del 2011. Los expertos no apostaban por más de 20 billones de yenes.

“Necesitamos medidas para apoyar la demanda interna y colocar la economía en la senda de la recuperación más firme”, señaló Abe. Los detalles sobre el paquete serán desvelados la semana próxima. La prensa asegura que se centrará en las infraestructuras, en el turismo y en las exportaciones agrícolas. También se esperan subidas salariales para los cuidadores de niños y ancianos, más becas para estudiantes y reducciones de los años trabajados para disfrutar de pensiones.

El panorama global ha agravado las conocidas debilidades estructurales de la tercera economía global. Abe ya había advertido de los efectos del 'brexit': el nerviosismo ha empujado a muchos inversores globales a comprar grandes cantidades de yenes para proteger sus ahorros, provocando su revalorización y la caída de las exportaciones. “No tenía más opción ya que los mecanismos monetarios no están funcionando y los acontecimientos internacionales ('brexit', subida del yen, los problemas de China…) son negativos para las exportaciones japonesas. El estímulo debería ayudar, especialmente si el Banco de Japón lo acompaña con alguna medida”, señala por email Andrew DeWit, profesor de Finanzas Públicas y Economía Política de la Universidad Rikkyo (Tokyo).

EXPANSIÓN FISCAL

Tokyo aprobó tres años atrás las célebres 'Abenomics', que consisten en una política fiscal expansiva, la relajación de la política monetaria y las reformas estructurales de un padrón caduco. El plan era subir los precios y los beneficios de las empresas para que estas aumentasen la contratación. Funcionó en un principio: la devaluación del yen multiplicó las exportaciones, desapareció el temor a la deflación y la bolsa respondió con crecimientos. Aún hoy el país disfruta de unos niveles de empleo casi pleno, pero el consumo interno, los salarios y la inversión han mejorado menos de lo esperado. El objetivo del 2 % de inflación, después de tres caídas mensuales consecutivas, cada vez es más lejano. Ni siquiera medidas audaces como los intereses negativos aprobados por el Banco de Japón para penalizar a las entidades que inmovilizan capital han provocado efectos sensibles. La dubitativa deriva y las pocas expectativas de que los salarios vayan a subir embridan el gasto de consumidores, que supone un 60% de la economía japonesa. Tokyo ha retrasado la planeada subida de impuestos al consumo porque la anterior apuntaló la recesión. El problema para Abe es que lo urgente impide arreglar lo importante.

Las dificultades para reflotar el consumo explican que los mercados ya especulen con que Japón, agotada la munición, sea el primer país en recurrir al “dinero helicóptero”: imprimir billetes y entregarlos a los ciudadanos para que estos los gasten

DeWit sostiene que Tokyo debería desarrollar un programa de energía renovable, eficiencia y resistencia a los desastres naturales presentado por Keizai Doyukai, una de las principales organizaciones de negocios del país. “Aumentar las inversiones en esas infraestructuras ayudaría a crear más actividad económica”, explica.

Muchos expertos señalan que la problemática japonesa es más demográfica que económica y piden profundas reformas para que las mujeres y los extranjeros aumenten su presencia en el mercado laboral. Pero las primeras se enfrentan al machismo social y los segundos al miedo de que debiliten la identidad nacional.

COMPRA DE FONDOS COTIZADOS

El Banco de Japón anunció el viernes que duplicará sus compras a fondos cotizados en bolsa (ETF), lo que supone una expansión del estímulo monetario que contenta al Gobierno y mercados financieros pero que es considerada insuficiente por los inversores. Las compras de ETF subirán del ritmo actual de 3,3 billones de yenes (28.656 millones de euros) a seis billones de yenes (52.102 millones de euros) y seguirá cobrando el 0,1 % a las entidades con reservas excesivas. La institución central también ha anunciado que examinará con meticulosidad los efectos de estas dos medidas, lo que abre la puerta a su modificación próxima. Los expertos señalan que las medidas no servirán para estimular la economía ni para levantar la inflación.