Profanación, prostitución, colonización, humillación, sodomización... la apertura de establecimientos de multinacionales de comida rápida en lugares icónicos de China atenta periódicamente contra la mesura. El último capítulo se ha vivido enHangzhou, esa ciudad costera de la provincia de Zhejiang cuya belleza Marco Polo nunca olvidó y hoy eligen las parejas de todo el país para su luna de miel. En un su célebre Lago del Oeste, fuente de inspiración de poetas durante siglos, abrió la semana pasada unMcCafé, de la cadena estadounidense McDonald's.

Lo hizo, además, en un edificio de abolengo rancio: una vivienda señorial de dos plantas y 84 años que habitó Chiang Ching-kuo, quien merece grandes letras en la Historia nacional. No solo es el hijo mayor de Chiang Kai-shek, el mítico líder de los nacionalistas que perdieron la guerra civil contra los maoístas. También presidió Taiwán entre 1978 y 1988.

Tantas afrentas han levantado a muchos ciudadanos a ambas orillas del estrecho de Formosa ante lo que consideran como la venta de su legado milenario al imperio de las hamburguesas o el epítome de la colonización económica un siglo después de que China echase a las fuerzas extranjeras que la habían esquilmado.

“¿Y por qué no abrís un KFC en Yan’an?”, inquiere un internauta en referencia a la cuna revolucionaria comunista. Por si faltaban argumentos: el edificio cuenta con el sello de patrimonio cultural.

UN LOCAL "INAPROPIADO"

Para Rong Yuzhong, secretario general de la Asociación de Investigación de Cultura Antigua de Hangzhou, que ahí sirvan cafés y pastelitos es “inapropiado”. “Las viejas mansiones en la orilla del Lago del Oeste forman parte del lago y deberían ser protegidas…”, ha dicho Rong, quien propone abrir un museo.

Pero el Gobierno provincial que ha otorgado el permiso aMcDonald's ha recordado que Chiang apenas vivió ahí un mes antes de que la inminente derrota de su padre le aconsejase escapar a la carrera hacia Taiwán. Los variados moradores que le sucedieron desnudaron la vivienda de su valor histórico, ha añadido.

El edificio ha tenido una existencia azarosa. Mao lo convirtió en 1949 en residencia de funcionarios. Ya en 2014, las autoridades lo cedieron a una inmobiliaria que instaló ahí la sede de un club elitista. Diez años después fue cerrado en una de tantas campañas contra la corrupción y las extravagancias. Todos los negocios posteriores han fracasado a pesar de su inmejorable ubicación.

La adjudicación del espacio a la multinacional de la hamburguesa ya alteró las redes en enero. Pero las autoridades, sujetándose a la ley y despreciando la historia, siguieron el plan. Shen Chunlei, el empresario arrendador, ha explicado que los 800.000 dólares que invirtió para reformar un edificio ruinoso y el alto alquiler que paga al Gobierno local no le dejaban otra opción. Hoy, señalado como codicioso, se confiesa arrepentido de la operación.

La clase media china ha abrazado la comida rápida occidental con el fervor del converso. Miles de establecimientos han abierto en todo el país, pero algunas de sus localizaciones generan tormentas en el sector ultranacionalista.

En la plaza de Tiananmén resiste el primer establecimiento de KFC, abierto décadas atrás en un clima agitado. La salvaguarda de las esencias acabó con un Starbucks en 2007 abierto en la Ciudad Prohibida, el hogar imperial durante siglos convertido hoy en innegociable destino turístico.

Ni siquiera le salvó la discreción, sin signos externos. Rui Chenggang, entonces un célebre presentador televisivo y hoy investigado por corrupción, había bramado: “Esto no es globalización, es sodomización”.