Hoy comienza, en el marco de la FIMA 2016, el V Foro Nacional de Desarrollo Rural, organizado por el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Aragón, Navarra y País Vasco. La conferencia inaugural corre a cargo de Miguel Gómez, catedrático de la Universidad de Cornell (Nueva York).

--El congreso afronta los retos sociales, económicos y formativos de los jóvenes. ¿Qué va a contarles?

--Voy a hablar desde mi experiencia. Soy de una familia del campo, dedicada a la producción de café y ganado. Estudié en Bogotá ingeniería industrial especializada en alimentos y siempre me gustó este sector. He trabajado exportando flores, en la extracción de aceites... Mi intención es trasladar la importancia de que los jóvenes sigan produciendo alimentos porque dependemos de ellos. Es necesario un cambio de mentalidad, explicar que el negocio de la agricultura es interesante y dinámico, y que ofrece buenas oportunidades. Pero necesitamos formarnos mejor como profesionales y que los gobiernos asuman su responsabilidad apoyando con políticas públicas. Tener alimentos es un bien común.

--¿Cómo es el sector agrario en Estados Unidos?

--Aglutina un porcentaje muy pequeño de la población, apenas un 2% o 3%. Es una agricultura muy intensiva de capital, que ha venido registrando un incremento en el tamaño de las fincas y una evolución en la aplicación de tecnología. Sin embargo, desde hace unos 15 años el consumidor ha vuelto a querer una conexión con el campo. La agricultura de Estados Unidos sigue siendo muy eficiente en su gran mayoría, pero también crece una agricultura de unidades productoras más pequeñas, que diversifican su negocio en el medio rural. Esto es muy relevante para los jóvenes, porque hay un crecimiento de una agricultura alternativa, con productos más diferenciados y con una participación del productor en el proceso de comercialización y contacto con el consumidor final. Esto ha originado un crecimiento de determinados negocios y ha atraído a muchos jóvenes de nuevo hacia el campo. Les preocupa el medio ambiente y están cambiando la manera de producir los alimentos, utilizando más las energías renovables, desarrollando marca, orientándose hacia los productos ecológicos... Tienen un nivel de formación más alto, son empresarios del campo. Saben de finanzas, de estrategia, de márketing, de manejo de recursos humanos... Son más completos que las generaciones anteriores, que se limitaban a gestionar la finca. De cada dólar que un consumidor dedica a los alimentos, a la explotación llegan 18 centavos. El resto corresponde a actividades comerciales. Los jóvenes agricultores quieren cambiar esto y participar en más eslabones de la cadena.

--¿Hay envejecimiento como en España?

--Sí. En el censo agrícola del 2007, la edad media era 55 años. En el último (2012) era 58. Los agricultores menores de 35 años son el 5% o el 6%. Hay una preocupación porque la demanda de alimentos se sigue incrementando y hay menos explotaciones para producirlos. Estas nuevas iniciativas de los jóvenes aún son escasas en el conjunto del sector, pero la tendencia al menos está cambiando. La edad sigue subiendo, pero no tan rápido como antes.

--¿En ese cambio ha tenido algo que ver la crisis? En España, los jóvenes están volviendo al medio rural por las oportunidades de empleo...

--Sí, incluso hay jóvenes que no tienen nada que ver con la agricultura pero quieren dedicarse a ella porque están desencantados con la corrupción del sector financiero, por ejemplo, y han visto la producción y distribución de alimentos como una actividad más noble. Además, el sector agroalimentario es uno de los que menos sufren las crisis. Sin embargo, hay que destacar que estos jóvenes que vuelven al campo no quieren limitarse a llevar un tractor. Son urbanitas, han estudiado y tienen la necesidad de aplicar lo aprendido y aprovechar el capital humano. Ese es el reto: son personas más preparadas, pero las inversiones aún son muy costosas.

--¿Cuáles son los principales problemas a los que deben enfrentarse?

--Hay varios. El primero, la falta de capital, que está muy ligado con la necesidad de ser un empresario del campo. Para que te apoye el sistema financiero debes tener un buen plan de negocio. Ahí el gobierno tiene un rol muy importante, y en Estados Unidos lo han entendido. En el departamento de Agricultura hay infinidad de programas de apoyo a los jóvenes, desde cofinanciar la certificación de alimentos ecológicos, la conversión a energías renovables, subvenciones para agregar valor añadido a los productos o seguros subsidiarios para disminuir el riesgo de las inversiones... El gobierno de Estados Unidos tiene claro que es un problema a futuro, no solo por la necesidad de producir alimentos, sino porque este sector es el que mejor cuida del medio ambiente y del paisaje. Sabe que la protección del agricultor es importante, porque es un miembro de la sociedad que puede estar en vía de extinción, que corre peligro.

--¿Qué cultivos están en auge en Estados Unidos?

--Los granos, siempre: soja, maíz, trigo... Ahora está de moda el kale, lo que aquí llaman berza o col rizada. Hay vegetales especiales que están creciendo de manera espectacular, como las microverduras. En carnes, aumenta la demanda de ganadería alimentada con pastos naturales. En general, crece el consumo de productos ecológicos, diferenciados, con buena calidad.

--¿Cree que hay algo en el sector agrario de España que sea modelo a imitar?

--Por un lado, las cooperativas. Son un activo espectacular. En Estados Unidos los agricultores trabajan más de manera individual. El modelo español es mundial y no se debe perder. Por otra parte, están los alimentos de calidad con denominación de origen, que son parte de la cultura y están en todo el mundo. En el exterior tienen muy buena imagen y la gastronomía española es muy conocida. Esto es un tesoro para la agricultura. Y también destacaría la producción intensiva en ambientes controlados, los invernaderos. En este aspecto, España es la despensa de Europa en vegetales. Hay que considerarlos un bien y corregir las externalidades negativas, buscar un equilibrio sin negar su contribución positiva.