En menos de un mes y medio, 60 trabajadores levantaron en 1992 el fuste de hormigón que sostiene el Pirulí de Telefónica. La torre cambió el horizonte de Zaragoza al convertirse en la edificación más alta de la ciudad, con 117 metros incluyendo el mástil (100 metros de edificación). Después de 22 años, sigue conservando este título, al que se acercan las torres del Pilar (94 metros) y la del La Seo (89). Al margen del carácter simbólico, este peculiar tronco es un referente de las telecomunicaciones que se ha ido adaptando a las innovaciones, como la fibra óptica, de la que se ha convertido en un punto neurálgico para su distribución. Así lo ha comprobado EL PERIÓDICO en una reciente visita a esta icónica infraestructura.

El entramado de antenas y cemento fue inaugurado el 14 de julio de 1992, año en el que la compañía también construyó torres de este tipo en otras ciudades como Cádiz, Oviedo o Salamanca. Se creó para, entre otras funciones, apoyar las comunicaciones de los Juegos Olímpicos de Barcelona, servir de radioenlace para transportar el tráfico telefónico y favorecer el desarrollo de los servicios móviles en el valle del Ebro. A día de hoy muchos de estos usos han sido suplantados por la fibra óptica, que cubre actualmente la mayor parte de las comunicaciones. No obstante, el Pirulí se sigue utilizándose para transmitir la señal de telefonía a zonas aisladas.

En concreto, alberga 44 radioenlaces (antenas parabólicas), el 40% para dar servicio a clientes (organismos públicos y grandes empresas) y el 60% restante para transportar la señal a otros centros de Telefónica. El mayor de estos dispositivos tiene 4,4 metros de diámetro y permite al operador llegar a centros remotos situados hasta 60 kilómetros de distancia. También se utilizan para dar cobertura de telefonía móvil al entono, tanto por parte de Movistar como por el resto de operadores, que también están instalados en el edificio.

La faceta más novedosa está a los pies de la atalaya, donde Telefónica cuenta con un edificio clave para que la fibra óptica llegue hasta los hogares zaragozanos. El operador cuenta en la capital con otros cinco centros para distribuir esta red ultrarrápida, que permite hacer descargas de internet a 100 megas por segundo. En concreto, desde el Pirulí se despliega esta tecnología (FTTH) hasta 45.000 hogares de la ciudad, con la previsión de llegar a 55.000 a finales de año.

Los planes de la compañía son acabar el 2014 con de 300.000 conexiones de fibra (ahora 191.000), con lo que cubriría el 80% de la población de Zaragoza. De esta manera sumará 40.000 nuevos kilómetros de fibra a los 127.000 que ya tiene en Aragón, donde también hará despliegues en Huesca y Teruel. En total, la compañía invertirá 25 millones de euros. "Es la gran apuesta de Telefónica porque es un tecnología de futuro que ofrece calidad y fiabilidad", destaca Pedro Soriano, jefe de Acceso de Telefónica en Aragón.

Desde el edificio anexo a la torre también se distribuye la señal de cobre (telefonía fija y ADSL) a 7.000 hogares. Con todos estos usos, en el Pirulí trabajan actualmente 20 personas. "Es un edificio fundamental para dar servicio a los clientes", recalca José Álvarez Barón, jefe de inmobilizado de Telefónica Norte.

Un misterioso balcón

Jesús Labarga conoce bien los entresijos del Pirulí ya que participó en las obras como aparejador. "Se trabajaba día y noche porque era necesario un hormigonado continuo para que no se hicieran juntas", recuerda este profesional ya jubilado desde la azotea de la torre. Destaca el carácter aragonés que tiene, porque el hormigonado se hacía en un planta del barrio de Santa Isabel --que ya no existe-- con cemento de Cemex procedente de Morata. "Se trabajaba con un andamio volado sobre el abismo, no valía tener vértigo", rememora.

Una de la curiosidades es que en medio del cono hay un balcón, al que Labarga llama el "púlpito". "No estaba previsto, pero nos obligaron a ponerlo como salida de emergencia", señala. Y se ubicó en la cota de 45 metros porque era el punto más alto al que llegaba una escalera de bomberos.

La mitad de la torre es troncocónica y la otra cilíndrica. El fuste nace con un diámetro de 13 metros en la parte inferior que va reduciéndose hasta los 8 metros. La cimentación se compone de una gran zapata de hormigón armado de 3,5 metros de grosor que asegura la estabilidad de la estructura debido al gran peso en la base y la ligereza en altura. Esto unido a la flexibilidad del hormigón hace que en días ventosos se produzcan muchas oscilaciones en la parte superior.