Hostelería, repartidores de comida a domicilio, vigilantes privados, dependientes, reponedores, informáticos y trabajadores de ayuda a domicilio son algunos empleos que padecen altas tasas de temporalidad en unas condiciones de precariedad salarial y de horarios. El sindicato Comisiones Obreras (CCOO) calcula que más de 1,2 millones de personas están afectadas por esta situación, lo que representa casi el 7% del total de la población ocupada, y que el salario medio es de 5,45 euros a la hora.

Con la desregulación que trajo la reforma laboral (descuelgue de convenios colectivos en horarios y salarios) y la creación de empresas multiservicios, han cobrado relieve actividades con condiciones laborales mínimas. Conflictos como el que protagonizaron los vigilantes de seguridad del aeropuerto de El Prat han puesto de manifiesto los efectos de la externalización de servicios: largas jornadas con horas extraordinarias sin remunerar y salarios por debajo de lo pactado debido a que se subcontrata con otras empresas.

«El malestar social tiene que ver con la devaluación de derechos en sectores vinculados a empresas multiservicios en los que abundan el fraude de ley con convenios de cartón piedra que están anulando los tribunales», según afirma José María Martínez, secretario de la federación de servicios de CCOO, que emprende la segunda parte de su campaña Precarity war. La feminización de la precariedad se nota en que el 72% de los contratos a tiempo parcial son firmados por mujeres.

Jornadas de 12 horas

José Luis Rodríguez, trabajador de una empresa de seguridad con 20 años de antigüedad habla de sus condiciones de trabajo: «Ahora lo normal son jornadas de trabajo de 12 horas; los salarios, unos 1.100 euros brutos mensuales. Con estas jornadas, no hay conciliación». En este sector, que da empleo a más de 123.000 personas, se está extendiendo además la figura del trabajador que realiza funciones de auxiliar: repartir el correo, atender al público, entre otras.

En hostelería, aunque a caballo entre varias actividades, están los empleados de establecimientos de comida rápida y los repartidores de comida a domicilio. En este último caso, la entrada de plataformas que intermedian en los pedidos ha dado relevancia al falso autónomo, con la ausencia de una jornada laboral y, por tanto, el trabajo por horas siempre a disposición de lo que diga el que contrata.

«La mayoría de los jóvenes que vemos en bici repartiendo comida están en el limbo laboral, y son los que menos cobran del sector», dice Vicente Sánchez, de la federación de construcción y servicios de CCOO. Trabajan más horas de las que han acordado o firmado, pero no son declaradas; cuanto antes repartan, antes podrán dar otro servicio y aumentar el plus. Así crece el riesgo laboral, agravado porque, en la mayoría de los casos, la moto o la bici y el casco son de su propiedad.

Los que trabajan en los establecimientos de comida rápida tienen «que ser polivalentes: preparar la comida, descargarla del reparto, atender a los clientes y limpiar al final de la jornada», señala Carmen González. En este sector, el 90% de la contratación es a tiempo parcial por 15 o 20 horas, pero se llegan a realizar el doble como horas complementarias que no se pagan. «Hay veces que te llaman por una hora y media de trabajo o te parten el turno sin aviso. Así no hay manera de estudiar», subraya.

Nuevas tecnologías

En el sector de las tecnologías se da la paradoja de que lo componen trabajadores con titulación superior pero contratados como mano de obra barata. Los niveles salariales están entre los 10.500 y los 13.500 euros al año. Las empresas recurren a la subcontratación para flexibilizar las plantillas y bajar los salarios todo lo que pueden.

«Se dan casos de que las empresas abren cerca de los centros universitarios y son un reclamo para los futuros trabajadores, pero luego son subcontratados por otras firmas. Somos un sector muy bipolar: tenemos una formación 4.0, pero las relaciones laborales son del siglo XIX», subraya Eduardo de Benito, trabajador TIC.