No ha bastado que se apartara temporalmente de la compañía. La presión de los inversores ha obligado a Travis Kalanick a dimitir como consejero delegado de Uber, el gigante del transporte privado que ayudó a fundar en 2008 y que se ha convertido en la bestia negra de los taxistas de medio mundo.

El emprendedor de 40 años presentó su renuncia el martes, después de que varios de los principales accionistas de la compañía unieran fuerzas para exigir su dimisión inmediata ante los constantes escándalos que han golpeado a Uber en los últimos seis meses y el temor a que se desplomara su valor en los mercados.

La gestión agresiva y atolondrada de Kalanick, unida al ambiente tóxico que impera en el cuartel general de la compañía en San Francisco, se habían convertido en un motivo permanente de distracción.

«Amo Uber más que a nada en este mundo y, en este difícil momento de mi vida personal, he aceptado las demandas de los inversores para quitarme del medio y permitir que Uber pueda dedicarse a crecer en lugar de distraerse con otra batalla», dijo Kalanick en un comunicado. El californiano sigue siendo uno de los principales accionistas de Uber y seguriá vinculado a la compañía como miembro de su consejo de administración. Pero ahí quedará todo. Uber seguirá los pasos de Google y Facebook, que tras despegar de la mano de sus fundadores optaron por poner al frente de su gestión a experimentados ejecutivos.