Que la historia la escriben los ganadores es algo que sabemos muy bien en España. Es la síntesis de todo proceso dialéctico: en un conflicto entre opuestos, una idea se impone sobre la otra por la fuerza de la lógica, o en su defecto, por la lógica de la fuerza.

"Hay una guerra de clases y de momento la estamos ganando los ricos" dijo en un ataque de sinceridad Warren Buffett, uno de los hombres más adinerados del planeta. Más allá de las palabras, el economista de moda Thomas Piketty nos demuestra con números en su ensayo El capital en el siglo XXI que las personas más ricas están ganando cada vez más en detrimento de la inmensa mayoría. Y que esta brecha no es ni mucho menos moderada y gradual, sino que se multiplica en la cúspide, donde habita el 1% más rico. En España este grupo de personas gana unas nueve veces el ingreso promedio, es decir unos 140.000 euros al año.

Con estos datos, Piketty ha dado rigor matemático al eslógan de las manifestaciones de Occupy Wall Street (y posteriormente de los indignados en España) cuyas pancartas pregonaban Somos el 99%. En EE.UU, el 1% de las personas más ricas gana unas 20 veces más que el salario promedio, lo que significa que España aún puede ir a peor. Este 1% es una minoría estadística, pero muy poderosa: grandes herederos, ejecutivos, empresarios de éxito- Como describía Joan Subirats hace poco, "los graduados en Oxford o Cambridge son solo el 1% de la población británica, pero entre ellos encontramos el 60% de los ministros o el 75% de los magistrados".

Sin embargo, de vez en cuando un humilde muchacho de barrio obrero despunta con su inmenso talento, monta una start up y sube como la espuma en el ascensor social. Aunque este tipo de casos se produce en contadas ocasiones --incluso en la lista Forbes predominan los herederos frente a los emprendedores-- recibirá todo el eco mediático, lo convertiremos en un héroe y le invitaremos a todas las charlas. El sistema lo necesita para dar coartada al ideal de la meritocracia, cimiento moral de nuestra democracia capitalista.

Es el relato del ganador. Pero, como sabemos, la realidad es bien distinta. Un dato: un chaval cuya madre solo alcanzó estudios de primara, tiene 17 veces más probabilidades de abandonar la escuela que aquellos cuyas madres alcanzaron la universidad. Es darwinismo social. Aunque resulta justo valorar lo que hemos construido entre todos, un estado del bienestar que sustenta a la clase media y protege a buena parte de la clase trabajadora, está claro que no ha sido suficiente. Ellos han cabalgado más rápido. Y los datos son los datos: el chaval de la madre sin carrera tiene 17 veces más probabilidades de perder.