Samsung desveló ayer datos de la investigación sobre los incendios del Galaxy Note 7, que obligaron a la empresa a retirar del mercado el teléfono estrella de la empresa. La firma confirmó que las baterías fueron responsables de esta avería que ha costado a la empresa más de 4.800 millones de euros. La firma además anunció que retrasa la salida de su próximo teléfono, el S8.

El responsable de la división de telefonía móvil, Koh Dong-jin, presentó en Seúl los resultados del análisis después de que durante meses la empresa guardara silencio sobre las causas del problema, algo que contribuyó a empeorar aún más su imagen tras el fiasco de estos dispositivos.

En todo caso, las conclusiones del estudio, realizado por Samsung y otras tres entidades (las consultoras estadounidense UL y Exponent, y la empresa alemana de inspección técnica y certificación TÜV Rheinland) descartaría la teoría de aquellos analistas que consideran que se exprimió hasta el límite el diseño del aparato. Así, la existencia de problemas de hardware o software que ruborizaran en mayor medida al mayor fabricante mundial de móviles quedarían aparentemente descartados.

La crisis del Galaxy Note 7 arrancó apenas días después de que comenzara a venderse el 19 de agosto, cuando la compañía recibió reportes de baterías que se incendiaban durante el proceso de carga hasta el punto de anunciar una rellamada del producto el 2 de septiembre. Tras ofrecer a los 2,5 millones de personas que lo habían comprado aparatos de reemplazo con baterías fabricadas por otro proveedor y que volvieron a dar problemas, Samsung decidió el 11 de octubre dejar de fabricar este modelo.

La conclusión de la investigación es que la batería de los primeros Galaxy Note, fabricada por Samsung SDI (subsidiaria del grupo), se hicieron con un revestimiento demasiado pequeño. Esto no permitió a la pila expandirse y contraerse correctamente durante los ciclos de carga y descarga haciendo que los electrodos positivo y negativo entraran en contacto y cortocircuitaran.