Las razones de la debacle del Popular vienen de lejos, pero la causa más inmediata de su intervención en la madrugada del 6 al 7 de junio fue la fuga masiva de depósitos que sufría en los últimos meses y que le llevó a estar a un paso de la quiebra y la suspensión de pagos. La magnitud de esa sangría fue tal que el Santander, que compró la entidad aquella noche por un euro a las autoridades, tuvo que inyectarle de urgencia 13.000 millones de liquidez para que las oficinas abriesen por la mañana y los clientes pudieran seguir operando con normalidad con su dinero.

Según explicaron fuentes del mercado a este diario, la desconfianza de los clientes provocó que el banco entonces presidido por Emilio Saracho perdiese cerca de 18.000 millones en recursos de clientes, en torno a un 24% del total, en los apenas algo más de dos meses que van desde el cierre en marzo de sus cuentas del primer trimestre y la intervención. Solo en los tres días anteriores a que las autoridades actuasen, el miedo llevó a los clientes a retirar 6.000 millones, a razón de unos 2.000 millones al día.

Para hacerse una idea de la magnitud del agujero de liquidez que estaba sufriendo la entidad, cabe recordar que entre enero y marzo había sufrido una salida de depósitos de 799 millones, hasta los 77.346 millones. En el sector financiero se suele decir que los problemas de solvencia constituyen una enfermedad grave y lenta, pero suelen provocar crisis de liquidez que causan la muerte de las entidades. Y eso fue lo que le sucedió al Popular.

DEMANDA PREPARADA / La situación era tan desesperada que su consejo, según explican las fuentes, tenía preparada la demanda de concurso de acreedores para presentarla a primera hora de la mañana del día 7 en los juzgados como último recurso, del que no tuvo que echar mano gracias a la actuación de las autoridades y la venta al Santander. Incluso tenía preparada una guía para que sus empleados pudieran explicar la situación. La declaración de concurso hubiera supuesto que las oficinas no abriesen y que los ahorros de los clientes sufrieran un corralito.

De los 60.347 millones en depósitos que le quedaban a la entidad, 35.410 millones (de los que 30.725 millones eran de particulares y 3.500 millones de pymes) estaban garantizados por ser inferiores a 100.000 euros. Sin embargo, el Fondo de Garantía de Depósitos no tiene dinero suficiente para cubrirlos, con lo que los clientes hubieran visto su dinero bloqueado y lo habrían ido recuperando poco a poco, a medida que el banco fuera vendiendo sus activos o las autoridades obligaran al sector a hacer una derrama excepcional al Fondo.

El ministro de Economía, Luis de Guindos, ya advirtió hace unos días en el Congreso que el concurso hubiera provocado una «situación absolutamente caótica e inasumible» para los clientes, pero también para el conjunto de la economía española porque hubiera contagiado de temor a los clientes de otros bancos. Tras la compra por parte del Santander, la situación de los depósitos se estabilizó.