La situación de Deutsche Bank preocupa en Alemania. Las acciones del banco bajaron el miércoles a 11,06 euros, y alcanzaron el valor más bajo de los últimos 30 años, aunque ayer mostraban signos de recuperación. El semanario Spiegel asegura que los culpables no son solo «los intereses bajos, sino sobre todo son los gestores del banco». «Los dos mayores bancos --la entidad que preside John Ryan y el Commerzbank-- se encuentran en medio de una dramática crisis cuyas causas han sido producidas en casa».

El primer banco germano habría tenido que pagar más de 12.000 millones en pleitos por errores del pasado, querer establecerse como el banco de inversión líder a través de prácticas «que hoy no son bien vistas», explica el diario. Solamente por el escándalo de la manipulación del líbor tuvo que pagar el banco en el 2015 hasta 2.500 millones a las autoridades americanas y británicas.

Durante los meses previos a la crisis de las hipotecas, el banco habría ocultado el riesgo en la compra de participaciones en negocios inmobiliarios por unos 2.300 millones. Por este motivo sigue envuelto en varios procesos judiciales. En cuanto al Commerzbank, el diario le achaca el haber comprado el Dresdner Bank en el 2008, cargado de activos tóxicos, y el haberse enrolado en el negocio de la financiación de barcos que no está dando los resultados prometidos.

Si se produjese la caída del Deutsche Bank, el FMI ha considerado que sería una situación muy peligrosa y podría provocar una nueva crisis de dimensiones inciertas. En caso de hundimiento, los expertos plantean varios escenarios: la creación de un banco malo, una fuerte inyección de capital o dejarlo caer, opción más bien improbable. «A medio y largo plazo hemos llegado al punto en el cual el Deutsche Bank necesita una inyección de capital», escribe el periodista Jens Berger en la web Nachdenkseiten.

El jefe de la Oficina de Riesgo del Deutsche Bank declaraba en una entrevista concedida al ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’ el domingo pasado que el informe del FMI solamente dejaba claro que el banco es relevante, pero no peligroso. «Nuestra empresa es estable, nuestros balances están sanos», aseguraba. Asimismo descartaba la necesidad de financiación externa.

Deutsche Bank perdió en el 2015 unos 6.800 millones, aunque en los primeros seis meses del 2016 mejoró su balance y volvió a inscribir leves ganancias. En el test de estrés, el mayor banco mostró signos de debilidad ante posibles situaciones coyunturales adversas.