La dificultad de las negociaciones está complicando que los 12 países, entre ellos Estados Unidos, que discuten el tratado de libre comercio transpacífico (TPP) lleguen a un acuerdo final, a pesar de que todos los indicios señalaban que sería posible cerrar un pacto el pasado fin de semana en Atlanta. Las negociaciones se han prolongado hasta este lunes para intentar resolver el último escollo, referente al mercado de productos lácteos.

El acuerdo estaba previsto para el domingo por la noche, pero finalmente la conferencia de prensa en la que debía anunciarse un acuerdo fue anulada, según afirmó un funcionario estadounidense a la agencia AFP, sin explicar los motivos. Según esta misma fuente, prácticamente todos los temas de discordia han sido resueltos y los negociadores están cerrando algunos flecos.

Sin embargo, otras fuentes próximas a las negociaciones, las discusiones continúnan encalladas por la liberalización del mercado de productos láctos, que favorecería a Nueva Zelanda.

Las negociaciones reúnen a Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón, Brunéi, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, lo que representa el 40% del comercio mundial y que formarían la zona de libre cambio más grande del planeta. China y Corea del Sur no formarían parte de este pacto.

Paralelamente, Estados Unidos también negocia con la Unión Europea un acuerdo de libre comercio transatlántico, el TTIP, que ha despertado numerosa controversia. De hecho, el acuerdo del TPP, si se cierra, puede servir de modelo para el que discute con la UE.

ACUERDO DIFÍCIL

Las discusiones del tratado transpacífico, iniciadas en el 2008, cuentan con numerosas dificultades. Una reunión precedente enHawái en julio acabó en fracaso, y la actual de Atlanta, que debería haber finalizado el jueves, se ha prolongado.

El TTP rebajaría las tasas y equipararía los estándares para los 12 países firmantes. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, defiende el acuerdo como una vía para abrir los mercados a las exportaciones estadounidenses, incluidos los servicios financieros y las farmacéuticas. El acuerdo también es visto como una manera de contrapeso a China.

Uno de los puntos de fricción ha sido la protección de productos farmacéuticos, que defendía EEUU como manera de impulsar la innovación, pero que rechazaban Australia y otros cinco países porque encarecería los presupuestos de sanidad pública e impediría el acceso a medicamentos a los pacientes que no se lo puedan permitir. Un compromiso entre EEUU y Australia prevé derechos exclusivos para las farmacéuticas durante un mínimo de cinco años.

Si finalmente se anuncia un acuerdo, el texto debería pasar por otra dura disputa para ser ratificada en el Congreso, ya que numerosos demócratas cuestionan los efectos sobre el empleo y el medioambiente.