A Rodrigo Rato los procesos se le acumulan. Ayer compareció de nuevo ante un juez de instrucción. El antes máster del universo, como diría Tom Wolfe, es una muestra más que palmaria de lo acontecido en España cuando iba bien: el fraude por bandera. Por lo que está trascendiendo, ha escalado cotas señeras en el hit parade de Trincópolis.

Paradigma de la decadencia en vigor (de Gürtel a Púnica, pasando por el Palau de la Música y los ERE), coronada por Urdangarin, Rato tiene tres frentes procesales abiertos por presuntos hechos delictivos. Uno, por su gestión al frente de Bankia y su cabalgata de engaños por su salida a bolsa, que ha costado al bolsillo de los españoles (no al erario) una millonada que nunca se reintegrará. Otro frente, también en Bankia, lo constituye el hecho de que cobrones de tomo y lomo dispusieran encima de las famosas 'tarjetas black', opacas contable y fiscalmente, con las que satisfacían apetitos no solo gastronómicos y otras mamandurrias.

Finalmente, hace unos pocos meses supimos del caso de la de-