Los bancos europeos puede que hayan reforzado su solvencia, que la recuperación económica haya tocado positivamente al sector financiero y que los créditos morosos se hayan reducido. Sin embargo, la cartera de activos tóxicos en manos de los bancos de algunos estados sigue siendo muy abultada. Nada menos que un billón de euros, según un informe sobre préstamos dudosos (NPL en sus siglas en inglés) elaborado por la secretaría general del Consejo para alimentar el debate de los 28.

Aunque la responsabilidad primaria a la hora de sanear balances y reducir la carga de créditos morosos -aquellos con un riesgo de mora e impago muy alto- corresponde a cada banco, la magnitud y la tardanza en solucionar un problema que la UE arrastra desde hace una década ha llevado a los ministros de economía y finanzas de la UE a intentar dar una respuesta definitiva en su reunión de este martes en Bruselas. Sobre la mesa, un plan de acción que no contempla la posibilidad de crear un banco malo, respaldado con la garantía de fondos públicos y que compraría los créditos morosos a las entidades bancarias, tal y como sugirió hace unos meses la Autoridad Bancaria Europea, pero sí algunas ideas para combatir el lastre.

Los 28 admiten en el borrador de conclusiones que los créditos morosos generan riesgos transfronterizos que podrían afectar al conjunto de la economía y que supone un peligro para las entidades con elevados activos tóxicos. Pero la negativa tanto de Berlín, opuesta a todo lo que suene a mutualizar riesgos y pérdidas, como del BCE ha impedido que la idea del banco emprenda el vuelo y los 28 se conformarán con una actuación mucho menos ambiciosa. «No es un secreto que este asunto divide a los Estados miembros», admite un alto cargo europeo. La solución que han encontrado los 28, cuatro líneas de actuación: supervisión bancaria, reforma del marco de insolvencia, reestructuración de la industria bancaria y desarrollo de un mercado secundario para los activos devaluados.