Nueve de cada diez pequeñas y medianas empresas aragonesas se encuentran ante la encrucijada de tener que asumir un proceso de cambios drásticos si quieren mantener su competitividad. Sectores de referencia de la economía aragonesa, entre ellos el calzado, el textil, la automoción, el metal, la madera o el plástico, han visto mermada su competitividad de manera alarmante porque han perdido valor añadido.

Por valor añadido se entienden aquellas características, a menudo intangibles y, en ocasiones, un tanto irracionales, pero que hacen que "ante igualdad de factores, una oferta resulte más atractiva que la de la competencia", señala Juan Delgado de Miguel, director técnico de un estudio sobre nuevas actividades que generan un alto valor añadido dentro de la empresa y su impacto en el mercado de trabajo.

Este investigador de la Asociación de Industriales AIC, que está desarrollando el citado estudio por encargo del Instituto Aragonés de Empleo (Inaem), afirma que "tradicionalmente, las pymes generan poco valor añadido". "Por eso han de incidir en aspectos que lo generen, por ejemplo en su impacto ambiental, en el origen de sus productos o en la innovación", sostiene.

El valor añadido que han perdido las pymes aragonesas es especialmente acusado en lo que se refiere a la demanda derivada que ha generado históricamente empleo en este tipo de empresas. "Un ejemplo podrían ser las empresas auxiliares que trabajan, supongamos, fabricando focos para los coches que produce la GM. En este caso, el valor añadido es aún más complicado de generar", afirma Delgado.

MÁS TRABAJO La creación de valor añadido en las cadenas de valor de las pymes es el único argumento válido que permitirá la creación de empleo sostenible, a tenor de las primeras luces que arroja esta investigación, todavía en fase de elaboración. Por ello, según AIC, resulta imprescindible impulsar acciones relacionadas con nuevas estrategias de gestión empresarial que sean percibidas por las pymes como generadoras netas de valor añadido y no como obligaciones debidas a la inercia del entorno, la subvención o el miedo a la sanción.

La calidad, la innovación tecnológica, el respeto medioambiental en los sistemas de producción, un crecimiento económico y social sostenible, la seguridad y la salud de los empleados y la administración y transferencia de conocimiento son algunos de los caminos que desde AIC se apuntan como generadores de valor añadido para las pymes.

Es justamente en estos aspectos donde se sustancia la competitividad y, por ende, la generación de empleo sostenible. La creación de valor es pues un factor que repercute directamente en el mercado laboral.