Todas las televisiones del mundo reprodujeron ayer las imágenes e impacto del magno desfile que los mandarines chinos se montaron en Tiananmen con la excusa/motivo de los 70 años del final de las segunda guerra mundial, en las que China tuvo solo el meritorio papel de víctima. Llamó la atención, por inusual en una parada militar, el plano corto de las cabezas marciales de los soldados girando de derecha a izquierda, como un robot, en seguimiento del vehículo de Xi Jinping pasando revista. Un ejercicio de poder suficiente a Oriente y Occidente de que China es potencia y piensa ejercerla progresivamente. Curiosamente, la bolsa de Shangai estuvo cerrada. O sea, se perdió ese referente que debía ser determinante en los comportamientos del resto de mercados, dado que si de China (Oriente) llegaron los vientos que han arrasado los índices bursátiles de Occidente, ayer podía obtenerse un buen indicio de cómo se esperaba en los mercados asiáticos lo que pudiera decidirse en Europa, a partir de la programada intervención de Mario Draghi, y sus secuelas en EEUU, donde no había más referentes que algunos de los habituales indicadores de coyuntura, cuya influencia en las cotizaciones, por más que se pretendan determinantes, está siempre sometida a datos de coyuntura internacional imprevista. Wall Street subía a media sesión por el BCE, pero también por la mejora de la balanza comercial de EEUU en julio y pese al negativo aumento de solicitudes de ayuda al desempleo en agosto.

El Ibex 35 ganó el 1,05% y llegó a los 10.042 puntos.