La campaña empezó hace mucho, como suele suceder. Pero anoche se estrenó oficialmente. Antes de la hora cero, ya teníamos un par de cosas claras. La primera, que si a este baile le hiciese falta un maestro de ceremonias el puesto sería para Bertín Osborne, y si menester fuera una madrina nadie mejor para ello que María Teresa Campos. Candidatas y candidatos se han enchufado a los magazines televisivos con un fervor inusitado. El plasma tira mucho, como ha demostrado Rajoy (el presidente plasmado) a lo largo de esta legislatura. Luego, él mismo andaba ayer abominando de los hipotéticos gobernantes que emergen "de los platós". Curiosa licencia retórica. Todos sabemos que don Mariano es capaz de encarnar como virtud lo que en los demás denunciaría como evidente vicio.

La segunda, que éstas parecen ser unas elecciones de resultado incierto, difícil de administrar. Algunos las consideran un partido de ida que jugará su vuelta dentro de dos años como mucho, cuando el arreglo que impongan ahora las urnas se haga insoportable para quien gobierne y para quien le deje gobernar. ¿Quiénes serán? Pues está claro: o PP y Ciudadanos (casi seguro), o PSOE y Ciudadanos (harto improbable)... y pare usted de contar. Fernando Martínez Maíllo ha disparado antes de que se iniciara el tiroteo: "Que cada partido diga si dejará gobernar, o no, al más votado", ha dicho. Aludía, claro, a Ciudadanos. Porque en el PP ven a Rivera más dispuesto a encamarse con el PSOE que con ellos. La gran derecha se aferra, por la cuenta que le trae, a su desenfoque electoral, por el cual pretende que un sistema claramente proporcional (corregido no tanto por la Ley D'Hont como por el peso de las pequeñas circunscripciones) se transforme por arte de magia en uno mayoritario, a la británica. Imposible.

Rajoy, Sánchez, Rivera, Garzón y Herzog (o sea, PP, PSOE, C's, UP-IU y UPD) abrieron campaña en Madrid. Iglesias (Podemos) rompió la regla y se fue a Zamora. ¿Fue éste un guiño a esas miniprovincias que reparten solo tres o cuatro escaños y donde el pescado suele estar vendido de antemano? De todos modos, Ciudadanos sí podría mojar ya en tales circunscripciones (en Huesca, en Ávila, Segovia y Soria, en Albacete...) El más sonoro pistoletazo de salida lo dio la encuesta del CIS, la auténtica novedad de la jornada. Porque de aquí al día 20 no caben sorpresas. Tal vez si los dos líderes alfa, el conservador y el socialdemócrata, se hubiesen revelado como avezados cocinillas... Pero ambos demostraron ante Bertín que no saben ni exprimir una naranja. Lo cual en un país de chefs...

El PP va a ser el partido más votado. Lo anticipan el CIS o Metroscopia o Gesop en este mismo diario. Su líder se muestra optimista mientras vende recuperación económica, veteranía y ese sentido común suyo, que no es el común-común sino algo muy especial ¿Ganará? Eso es más dudoso. Ser el primero, pero perdiendo sesenta escaños en el Congreso y sin superar el treinta por ciento de los votos emitidos no suena a victoria. No hace falta contar la historia de Pirro, el Rey de Épiro, para entenderlo. Y si el PSOE queda segundo con menos de cien diputados, la cosa no tiene otra definición que la de catástrofe para Sánchez y su círculo, aunque no tanto, quizás, para el viejo aparato y la presidenta andaluza Susana Díaz, que esperan su momento. Esta cita con las urnas no pinta demasiado bien para casi nadie.

Y Ciudadanos... ¿qué? Traído en volandas hasta esta campaña, tratado con cariño por los medios, preservado de investigaciones maliciosas, de preguntas impertinentes y del más mínimo sarcasmo, Albert Rivera hace campaña por lo mejor, mientras en su fuero íntimo le da vueltas a un dilema: cómo permitir que gobierne otro, sin que el arreglo le saque del estado de gracia actual. Es y será un prisionero de la aritmética postelectoral. En cambio, Iglesias, su alter ego coletudo e izquierdista, al que le ha tocado ser el malo de la película y ser tratado como tal, puede tener en unos resultados más discretos un refugio donde capear los próximos temporales, foguearse en la oposición y decidir qué quiere ser de mayor.

Las encuestas son meras profecías. Esperemos a que llegue el 20-D. Vale. Mientras tanto, tele, mucha tele. Quienes se rieron de Sánchez porque llamó una vez a Sálvame, o a Inceta por ponerse bailongo, o al mismo Iglesias por ir a Qué tiempo tan feliz tendrán ahora que tragarse el je-je-jé, porque el show está ahora a la orden del día. Se dice que en el equipo del PSOE se ha hecho presente una asesora que estuvo en alguna de las campañas de Obama y ha traído de los USA las últimas técnicas de la política-espectáculo. Por eso ha entrado en escena, muy marchosa, la esposa del candidato socialista. ¡Ay, aquella Jacqueline del Camelot kennedyano)!

Ya nadie pega carteles, salvo en un teatrillo preparado para la ocasión. En su lugar, los candidatos se brindan a ser entrevistados por los niños, jugar a las cartas con los abuelos, recorrer los mercadillos y seguir durante las dos próximas semanas un programa que les dejará al borde de la extenuación. Incluso la jornada de puertas abiertas en el Congreso sirvió para que Iglesias y Rivera accedieran al Hemiciclo. El de Podemos se las tuvo tiesas, así como quien no quiere la cosa, con la conservadora Villalobos. A cuenta de la corrupción. Menuda se puso la del PP.