Aniversario de la Constitución. Ya nadie se niega a reformarla (aunque en el PP todavía haya candidatos despistados que defienden la inmaculada naturaleza de nuestra Carta Magna). Al mismo tiempo, quienes tenían señalado el 78 como una fecha nefasta en la reciente historia de España (por ejemplo, algunos dirigentes de Podemos) ahora admiten el carácter positivo de una Transición que sólo necesitaría actualizarse. ¿Qué lleva cada cuál en su cabeza? Eso es lo que convendría saber, para que el electorado disponga de los datos suficientes a la hora de calcular el voto. Lo más importante: con quién y cómo proyectan entenderse los partidos, sabiendo de antemano que no habrá mayorías absolutas ni por aproximación. Por eso la campaña se ha llenado de interrogantes, sospechas, maniobras y evasivas.

El caso es que, en este caso, el cálculo electoral ya no se puede hacer sobre una superficie plana, bidimensional. Ahora, la realidad política es cúbica y ha de ser visualizada e interpretada en tres dimensiones. Dando por sentado que el 20-D contemplará una alta movilización de los votantes, éstos van a necesitar más datos de los que habitualmente definen una candidatura. Las intenciones en lo relativo a pactos, arreglos o tácticas para el día después son un referente esencial. Y la ciudadanía tiene derecho a conocerlas. Eso, siempre que los propios partidos tengan establecido un trayecto táctico y estratégico. Y no anden como con la reforma de la Constitución, dando vueltas sin saber si entrar o salir.

Todo dependerá del resultado, por supuesto. Ese mapa de la correlación de fuerzas que emerja de las urnas es en sí mismo tan determinante, que opera ya como un supuesto (de ahí el interés que suscitan los sondeos, y su función orientadora) sobre el cual deciden su opción muchos ciudadanos (el 40%, según las encuestas). Se puede votar PP para evitar que el futuro Congreso sea inmanejable. O Ciudadanos, en el bien entendido de que dicho partido permitirá la investidura de un presidente del Gobierno conservador. O PSOE, dando por sentado que hará tándem con Ciudadanos. O Podemos, si luego ha de pactar con el PSOE. Pero cabe hacer lo mismo, depositar la misma papeleta, suponiendo todo lo contrario: que Ciudadanos no dé cuartel al PP, que el PSOE haga causa común con las izquierdas, que Podemos no quiera saber nada con La Casta... Y todavía caben cálculos más complejos, relacionados con la dinámica interna de los partidos: elegir PP para evitar la caída de Rajoy, PSOE para que la andaluza Díaz no devore a Sánchez, Unidad Popular para castigar a Podemos, Ciudadanos porque es la nueva derecha liberal e incorruptible... Obviamente, el resultado sólo se puede intuir o adivinar en los recovecos de unas encuestas que muchos suponen manipuladas (empezando por el primer candidato socialista, que se considera víctima de unas cocinas interesadas). Pero las simpatías o antipatías a la hora de elegir compañeros de viaje sí habrían de ser explicadas previamente al atribulado votante.

Sánchez ha sido, por ahora, el más explícito: echará cables a cualquiera que pueda sumar para evitar que el PP siga gobernando (que no es lo que propone su compañera Díaz, partidaria de respetar la prioridad "del que gane"). Rivera se apunta al desafío habitual (si no mando yo, me quedo en la oposición) pero cabe dar por descontado que permitiría gobernar al más votado... ¿o no, si caben otras combinaciones? Rajoy parece confiar en la vocación centroliberal de Ciudadanos (y en remontar las expectativas previas merced al voto oculto). Podemos presume de Gobierno en la sombra cuando las predicciones más optimistas lo dejan por debajo del 20%, incluyendo las franquicias catalana, valenciana y gallega. Todos desconfían de todos. Es la ley de la incertidumbre.

Hay más: el poliédrico escenario incluye cosas que pasaron y pasan en otros países de nuestro entorno. El asalto financiero a Grecia perpetrado por el Eurogrupo es un factor que cuenta. También el zig-zag en Portugal, donde la derecha ganadora no ha podido sostenerse frente a la izquierda mayoritaria. Y ayer mismo, Francia giraba definitivamente hacia el populismo ultraderechista. Todo cuenta. Votar no es ninguna simpleza.