Esta misma noche se resolverá la primera incógnita de la ecuación electoral, pero entonces aún habrá que resolver la segunda, la más peliaguda: los pactos. Hemos llegado hasta aquí precisamente por eso, porque no fue posible alcanzar algún tipo de acuerdo tras el 20-D. Y ahora todos los partidos y coaliciones parecen haberse impuesto a sí mismos el deber de hacer lo preciso para evitar una tercera cita con las urnas. Lo que nadie sabe aún es cómo lograrlo.

Una situación endiablada

Hay dos candidatos particularmente presionados, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Más este que aquel. A lo largo de la jornada de ayer y durante todo el día de hoy, ambos habrán de imaginar que la campaña ha roto los pronósticos, lo cual les permitiría alcanzar sus respectivos objetivos. El del PP necesita mejorar, aunque sea ligeramente, los resultados de diciembre. El socialista no puede permitirse empeorar los que obtuvo entonces, pero por encima de todo ha de evitar que Unidos Podemos le supere en escaños.

En las calles de Génova y Ferraz, donde se asientan los cuarteles generales de los dos partidos que han dominado durante más de tres decenios la política española, se espera algún prodigio de última hora.

Cuando la campaña estaba tocando a su fin, los conservadores dieron por hecho (o fingieron hacerlo) que su líder había conseguido movilizar al electorado moderado, usando dos argumentos centrales: la amenaza radical encarnada por Unidos Podemos y la utilidad del voto al PP en las pequeñas circunscripciones, donde apoyar a Ciudadanos equivaldría, según ha afirmado reiteradas veces Rajoy, «a tirar la papeleta». La derecha cree que la conmoción causada por el brexit beneficia a su causa. «Porque buena parte de la ciudadanía ha comprobado que la situación no está para bromas ni desahogos. El populismo nos llevaría al desastre». El argumento pasa por alto que la separación británica es consecuencia directa de la lucha por el poder en el seno del Partido Conservador, o sea de su homóloga en Reino Unido. Pelillos a la mar.

Los dirigentes y cuadros del PSOE afectos a Pedro Sánchez también dan por buena la campaña, en la que habrían ido de menos a más. Según su teoría, el orgullo de la militancia y su seriedad progresista les ha permitido ganar terreno y blindarse frente al sorpasso, que no tendrá lugar. «En campaña, nuestro partido es como un diésel: tarde en coger velocidad pero luego no hay quien lo pare».

Ni PP ni PSOE han querido saber nada de las encuestas. Para una y otra formación han sido mucho más reveladoras las sensaciones captadas en la calle.

Esperando el veredicto

En Unidos Podemos y Ciudadanos se pueden tomar las cosas con algo más de calma. Pablo Iglesias ha dado por hecho que las encuestas iban bien atinada, y Albert Rivera se puede conformar con mantener la posición. .El primero ha rubricado una campaña exitosa en lo que a capacidad de convocatoria se refiere (impresionante el mitin de cierre de Madrid). El segundo ha mejorado sus habilidades, y por otro lado tiene tiempo. Puede esperar a que Rajoy se convierta en un cadáver político.

Los cuatro se van a enfrentar apenas se conozcan resultados al posterior desafío: diseñar y escenificar los pactos y procurar por encima de todo que un eventual fracaso de los mismos no acabe pasándoles factura.

De nuevo es Sánchez el que tiene un panorama más complicado. Con sorpasso o sin él, volverá a planteársele el gran dilema: o articular con Unidos Podemos un frente de izquierdas apelando al apoyo o la neutralidad de alguna fuerza minoritaria (el PNV, si los números cuadran), o permanecer fiel a su promesa de que Iglesias nunca será presidente y permitir de una u otra forma que sea investido un gobierno conservador.

Eso, claro, si esta noche consigue mantenerse al frente del PSOE. Se dice que a partir de las once, cuando el escrutinio ya dé cifras casi definitivas, empezarán a sonar los teléfonos. Está por ver quién llama a quién, y en algún caso quién coge el teléfono. A Rajoy, por cierto, también le tienen ganas. Pero el líder de la derecha tiene a su favor esos estatutos del PP que dejan todo el poder interno en sus manos.

Tras una campaña tediosa, llega una jornada electoral cargada de suspense.