El PSOE llevaba meses preparándose para lo peor. La sensación de que su secretario general, Pedro Sánchez, iba a sacar un pésimo resultado en esta convocatoria electoral estaba muy extendida, y durante la campaña no dejó de crecer: todas las encuestas anticipaban el sorpasso de Unidos Podemos en votos y escaños. Era un clima difícil de combatir, incluso para los propios dirigentes y militantes socialistas, que empezaron a reconocer en privado que se conformaban con quedar por delante del partido morado en diputados.

Todos daban casi por perdida la batalla de las papeletas. Así que cuando el escrutinio fue avanzando y quedó patente que el PSOE iba a mantener con claridad la segunda posición por detrás del Partido Popular, muy por delante de Unidos Podemos, la respuesta, en un primer momento, fue casi eufórica.

OTRA PRUEBA SUPERADA / Sánchez vuelve a superar otra difícil prueba. Lo ha hecho contra pronóstico, por los pelos y con muchas dificultades, logrando 85 escaños, cinco menos que en diciembre, y sin atraer nuevos votantes. Pero el líder socialista no es del todo el candidato fracasado que se prefiguraba. Cuando Sánchez salió a valorar los resultados de la jornada, lo hizo con gesto serio. «Los ciudadanos han derrotado al cansancio y también a las previsiones formuladas a lo largo de las últimas semanas. El PSOE ha vuelto a reafirmar su condición de partido hegemónico en la izquierda española. Lo hizo en diciembre y lo ha hecho ahora, frente a una coalición de más de 20 partidos con el único propósito de ganar al PSOE», afirmó durante su intervención en referencia a Unidos Podemos.

La esperanza de Sánchez pasaba por volver a intentar un pacto a tres como el de hace unos meses, entre el PSOE, Podemos y Ciudadanos, fracasado al considerarse Albert Rivera y Pablo Iglesias incompatibles. El mantenimiento de ese veto mutuo, y sobre todo la fortaleza que ha logrado el PP en estas nuevas elecciones, gracias a sus 137 diputados, 14 más que el año pasado, provocan que ese deseo sea ahora mucho más difícil de conseguir.

El propio líder socialista se encargó de recordárselo a Iglesias, a quien culpó directamente de insuflar oxígeno a Mariano Rajoy a través de su negativa a sumarse al acuerdo firmado con Rivera. «Espero que Iglesias reflexione. Tuvo en su mano poner fin al Gobierno de Rajoy, pero su intransigencia y su interés personal han provocado la mejora electoral de la derecha», señaló Sánchez.

LA BATALLA ORGÁNICA / Mientras la Moncloa se aleja para el líder de los socialistas, su permanencia al frente del PSOE gana enteros. Pese a haber sacado un peor resultado, a haber perforado de nuevo su suelo electoral, a no ganar en ninguna autonomía y solo en tres circunscripciones (Huelva, Sevilla y Jaén), el candidato está en mejor posición para enfrentarse a la posible batalla orgánica.

Los socialistas tienen que celebrar un congreso para elegir a su líder antes de que acabe el año 2016. Sánchez ya ha dejado claro que su firme intención es continuar en el cargo de secretario general, y puede que cuente con algún rival interno, pero la dirigente llamada a disputarle el mando del partido, Susana Díaz, presidenta de Andalucía, sale tocada de estas elecciones. Díaz había ligado la llegada de Sánchez al Gobierno a que el PSOE quedase en primer lugar, pero ella misma ha caído un puesto y terminado ocupando la segunda posición en su autonomía. Los socialistas alcanzaron el primer lugar en tierras andaluzas en diciembre, con 22 diputados. Esta vez, en cambio, solo han obtenido 20, tres menos que el PP, un resultado con el que Díaz pierde su aura de dirigente ganadora.

«No estoy satisfecho, pero con todo somos la primera fuerza política de la izquierda», concluyó entre aplausos de sus compañeros de partido Sánchez, resucitado una vez más. H