La editorial Reino de Cordelia acaba de publicar un prodigioso cómic inspirado en los prodigios y excesos de una verdadera voz de oro de los años sesenta, la de José Jiménez Fernández, más conocido como Joselito. El dibujante José Pablo García firma el guión y las viñetas de "Las aventuras de Joselito, el pequeño ruiseñor" un trabajo verdaderamente memorable.

En su prólogo, Jorge Javier Vázquez nos recuerda que Joselito llegó a alcanzar fama mundial, a actuar en los mismos programas que los Beatles, a trabajar con Pasolini o a ser recibido por el Papa Juan XXIII.

Todo, gracias a su voz. Cuando le cambió el tono en los setenta, el sueño acabó...

Estos días, en la campaña electoral, estamos viendo --y oyendo-- cómo la voz, las voces de los candidatos se cuelan en los hogares de millones de españoles para pedirles el voto. De su capacidad de persuasión dependerá en cierta medida el resultado electoral, pues no cabe duda de que la seducción personal influye a la hora de elegir papeletas.

También en la política hay voces de oro y voces de hierro.

Felipe González, por ejemplo, tenía una voz de oro que José Luis Rodríguez Zapatero intentó imitar, sin el gracejo andaluz, y que ahora Pedro Sánchez trata de modular en un registro más próximo, menos enfático, como está igualmente haciendo un Javier Lambán bastante más entonado.

En el PP se dan más las voces de hierro, como la de José María Aznar, o la de Luisa Fernanda Rudi, siendo la de Mariano Rajoy, tal vez por su toque celta y su natural inercia bastante más tenue, y no de oro, sino de un metal más maleable.

Izquierda Unida sí tiene una voz de oro, la del poeta Luis García Montero, que se presenta a la Comunidad de Madrid, pero ellos siguen prefiriendo la voz de hierro y de posguerra, pozo adentro, de Cayo Lara.

Podemos se sostiene sobre la indignación y la voz guerrillera de Pablo Iglesias, voz de combate, como la del candidato aragonés, Pablo Echenique.

La voz del socialista zaragozano, Carlos Pérez Anadón, es más grave que la de su rival, el popular Eloy Suárez, más agudo de tono y favorito, aunque a la baja, en esa otra voz, la de las encuestas, sorda a tantos indecisos entre voces de oro, de hierro y cantos de sirena.