Para quienes llevamos años desgañitándonos reclamando procesos de convergencia en la izquierda, el resultado de las elecciones supone una verdadera satisfacción, en la medida en que se ha constatado que, allí donde se han producido esos procesos de alianza y encuentro, los resultados han sido espectaculares. La Coruña, Barcelona, Madrid, Zaragoza han visto cómo candidaturas de amplia unidad popular han cosechado excelentes resultados que, probablemente, les permitan alcanzar las alcaldías. Y eso a pesar de que se han construido en tiempo récord, que han debido cambiar de nombre (de Ganemos a En Común) y que el conocimiento de la ciudadanía era menor que los partidos tradicionales.

En los mencionados casos cabe hablar de éxito, pero también hay que calificar de altamente satisfactorio el hecho de que en otros municipios donde ha habido apuestas de convergencia, como Huesca o Teruel, los avances han sido muy significativos.

Uno de los mayores éxitos de estas candidaturas es sobrepasar al PSOE, lo que tiene profundas implicaciones. Por un lado, porque les otorga la hegemonía electoral en la izquierda, algo impensable no hace tanto, por otro, porque coloca al PSOE en posición de dependencia y le obliga a apoyar a estas candidaturas si no quiere franquearle el camino al PP. Crecer pero quedar por detrás del PSOE, como Podemos en las Cortes de Aragón, es un buen resultado, pero le coloca en la difícil posición de apoyar al PSOE o dejar paso al PP; crecer y adelantar al PSOE obliga al PSOE a definirse.

Han sido esas candidaturas de unidad popular las que han conseguido imponerse al PSOE y convertirse en referencia mayoritaria de la izquierda. Los buenos resultados de Podemos en las autonomías no han sido suficientes para convertirse en fuerza mayoritaria de la izquierda. Por ello, mucha gente, en la noche electoral, comentaba que era una pena no haber hecho la misma apuesta de convergencia autonómica. Porque los números muestran que las alianzas suman, que, en muchos casos, en Madrid de manera espectacular, las candidaturas municipales de unidad popular sobrepasan con creces a los partidos separados en ámbito autonómico.

Estas elecciones pueden suponer un punto y aparte, pero hace falta leerlas bien. Hay que decidir si nos conformamos con buenos resultados o, realmente, lo que queremos es ganar para cambiar las cosas. El bipartidismo está tocado, pero la aparición de Ciudadanos puede apuntalar las viejas políticas. Las candidaturas de unidad popular muestran el camino a seguir si se quiere ser hegemónicos.

Unas generales se perfilan en el horizonte. Cuando hace unos años propugné la alianza de IU y CHA, sentía una cierta soledad. Ahora me consta que es muchísima la gente que apuesta por esa alianza plural de quienes queremos cambiar las cosas. Podemos, IU, CHA, Equo, Puyalón deben dar continuidad a la experiencia que ha llevado a la victoria en Zaragoza. No sería entendible, en términos de política ciudadana, que fuéramos capaces de gobernar ciudades como Zaragoza, Madrid, Barcelona o La Coruña pero que nos empeñáramos en presentarnos por separado a las generales, facilitando, así, el triunfo del PP. Seguro que habrá argumentos de partido que empujen a presentarse por separado, pero ya no es momento para que los partidos se miren el ombligo. Hay una tarea que hacer y estamos convocados a ella.