Por si alguien se sentía como un pájaro enjaulado entre nuestros inquietos chicos de 3º de ESO, no hace mucho aprovechamos un día de clase para echar a volar. Bajo el lema Paseos de otoño, los tres grupos asistentes nos fuimos turnando correlativamente en torno a sendos lugares emblemáticos de la inmortal ciudad de Zaragoza, de los que extraer el meollo.

En primer lugar, la Biblioteca Ildefonso Manuel Gil. Para Blanca, Tania y Leonor fue lo más divertido, «ya que pudimos tocar y oler los viejos libros en un marco incomparable y, además, tuvieron detalles con nosotros». Martín añade: «Está localizada en el piso superior del Palacio de Sástago. Allí nos recibió una bibliotecaria muy amable llamada Sandra, que nos explicó la historia del viejo casino y la clase de libros que hay en ella. Luego nos pasó unos ejemplares antiguos para que los consultásemos. Esta parte de la visita fue mi favorita, principalmente por la extraña sensación que se experimenta al leer libros originales con cientos de años de antigüedad».

Después acudimos al Centro Joaquín Roncal de la CAI. «Allí -reconocen Ana y Elena- admiramos la exposición de dibujos para cómics de la zaragozana Ángeles Felices; luego nos sorprendieron con las fotografías de un centro de acogida en Etiopía y, finalmente, nos explicaron qué es el comercio justo en la tienda-bar que ofrece allí sus mejores productos», donde muchos también aprovecharon para comprar pequeños regalos.

La tercera parte del recorrido se desarrollaba en la monumental plaza del Pilar, en pleno esplendor navideño. Había que obtener in situ algunas informaciones preguntando a lugareños que pudieran darnos respuestas sobre curiosidades de la torre de San Juan de los Panetes, la basílica del Pilar y sus alrededores. «Fue divertido preguntar a la gente; pero algunos se pensaban que les íbamos a vender productos», lamentan, divertidos. «Superamos el frío con unos churros que estaban de muerte», añaden otros. «Fue una buena idea tener que plantarnos hasta allí andando, pues lo pasamos muy bien por el camino, y luego nos sentíamos como periodistas con el objetivo de entrevistar a héroes anónimos», escribe alguno de los estudiantes.

Meriam, Paola y Nayma, además de disfrutar, destacan que «nos dimos cuenta de que realmente no conocíamos tanto la ciudad donde hemos vivido la mayoría de nosotros; así que la única solución fue prestar atención a las personas que nos ilustraban con sus respuestas». «Una compañera ni siquiera había pisado el interior del templo, y Estefanía le brindó un recorrido de quince minutos, mientras otro compañero aprovechaba para confesarse...», cierra sorprendida Danae.

Fue, en definitiva, un triángulo de las Bermudas en el que nos perdimos para saber un poco más de libros, comics, fotografía, comercio justo, culturilla urbana, etc. y en el que relacionarnos entre risas, churros, incunables, aromas de té y café. Sin mochilas. Sin deberes. Por amor a la vida, al camino, al contacto humano. Un éxito.

En conclusión, esta excursión nos permitió saber un poco más de nuestras esencias culturales y de la ciudad en la que vivimos, lo cual nunca está de más -reconocen algunos de los asistentes-. Stián y Abraxas son más contundentes: «Nos lo pasamos genial».