Volví otra vez a aquel maldito internado, donde las semanas fueron interminables. Recorrí la calle en coche y las lágrimas caían sobre mi rostro. Pasaría unos días entre una multitud maligna que hacía que me sintiera sola. Estaba muy triste, lejos de mi casa, de mis amigos, ansiando el viernes para volver a mi hogar.