A pesar de que las zonas rurales representan el 95% de la superficie de Aragón, solo el 30% de la población vive en estos territorios. Entre los mayores que fallecen y los jóvenes que abandonan los pueblos para estudiar o trabajar en la ciudad, el fenómeno de la despoblación no para de crecer y se ha convertido en uno de los principales problemas de la comunidad, un asunto que preocupa, y mucho, a los políticos y a la sociedad en general.

La fuga de habitantes afecta sobre todo a la economía y al empleo de las zonas rurales. La falta de oportunidades hace que los jóvenes tengan que marcharse a las ciudades a estudiar o trabajar en busca de un futuro mejor, y sin gente joven, es difícil que la situación cambie. La despoblación también repercute en la educación. Para la administración supone un esfuerzo mantener abiertas las aulas en lugares con pocos habitantes. Se calcula que una plaza de un colegio en el medio rural tiene un coste para las arcas públicas de 8.000 euros, mientras que en las ciudades es de 3.000.

Como consecuencia de la despoblación, algunos colegios del medio rural se vacían de alumnos y tienen que cerrar. Al llegar al instituto, es prácticamente obligatorio que los estudiantes tengan que desplazarse a las capitales de las comarcas para asistir a clase.

Cruz Ullod es profesora en el IES Monegros Gaspar Lax de Sariñena, al que acuden todos los jóvenes de la comarca a estudiar Secundaria y Bachillerato. Los Monegros es una comarca zaragozana con una densidad de población muy baja, «de hecho, se considera desierto demográfico, con una media de 7 habitantes por kilómetros cuadrado».

Según Ullod, la despoblación influye en la vida de los estudiantes de diversas formas. «Los alumnos de algunos pueblos de alrededor tienen hasta una hora de desplazamiento para llegar al instituto», explica, lo que también «dificulta que los alumnos puedan realizar trabajos en grupo fuera del horario escolar, al ser de diferentes pueblos».

El número de alumnos de este instituto ha descendido en los últimos años, ya que cada vez nacen menos niños en esta zona de Aragón. La vida de los estudiantes también se ve afectada por la falta de habitantes. «Tenemos problemas para impartir asignaturas optativas, ya que no se pueden cursar si no hay un mínimo de alumnos que las elijan». Por otra parte, añade la docente, «solo tenemos un ciclo formativo de Grado Medio, de Administrativo, por lo que muchos estudiantes a los 16 años tienen que abandonar sus hogares para desplazarse a Huesca o a Zaragoza para poder realizar los estudios formativos que desean».

Pero el reducido número de alumnos tiene también sus cosas buenas. «Los grupos no son muy numerosos y el ambiente del centro es muy familiar. Somos 42 profesores y 350 alumnos, nos conocemos todos y conocemos a todas las familias», dice Ullod. Los profesores también se coordinan mejor a la hora de hacer actividades y. además, «al ser un centro rural, no tenemos mucha oferta cultural por lo que los profesores tenemos mayor conciencia de sacar el aprendizaje fuera de las aulas y organizamos muchas salidas: teatro, viajes, excursiones, intercambios, etc.», puntualiza.

Algo parecido sucede en el IES Comunidad de Daroca, en la provincia de Zaragoza. Allí, 18 profesores imparten clase a 140 alumnos de Secundaria y Bachillerato. La llamada ratio, la cantidad de alumnos por profesor, es la más baja de Aragón, «es casi como si te dieran clases particulares», comenta Andrés Martín, alumno de 4º de ESO. «Solo tenemos una clase por curso y en la mía somos 14 estudiantes».

Andrés Martín vive el fenómeno de la despoblación muy de cerca, tanto dentro como fuera delaula. «En muchos pueblos no hay más de 10 habitantes. En los últimos años, mucha gente se ha ido a vivir a Zaragoza y en nuestro instituto peligra el Bachillerato por la poca gente que hay, y no tenemos grados», lamenta.

Las posibilidades de ocio también se reducen. «En el instituto casi no tenemos actividades extraescolares. Yo juego al fútbol y en mi equipo solo somos cinco. Además, no es que el ayuntamiento fomente mucho las actividades para la gente joven», critica.

En cuanto a las ventajas de estudiar en el medio rural, Martín destaca la buena convivencia en el centro. «Nos conocemos todos y nos llevamos muy bien. Hay muy poco conflictos y si surge algún problema tenemos un equipo de alumnos mediadores que actúa rápidamente». Además, la enseñanza en el centro es de calidad y sus resultados están por encima de la media de Aragón.

«Aunque tendré que ir a Zaragoza a estudiar la universidad, me gustaría trabajar en la comarca, cerca de casa, pero no sé si será posible», imagina este estudiante de Secundaria, que cree que sí que hay oportunidades para la gente joven en su comarca. «Hay suficiente empleo, el problema es que para que las fábricas y los negocios florezcan se necesita mucha más gente, y eso es lo que hace falta».